Un acto tan mecánico y breve como es el de pulsar una tecla tras otra puede servir para detectar enfermedades neurodegenerativas. Eso es lo que ha demostrado un grupo de investigadores, que han creado un sistema que analiza patrones al teclear en el ordenador, detectando el deterioro en las habilidades psicomotoras. Ya lo han probado con personas sanas y ahora lo están investigando con enfermos de párkinson.
La forma que tenemos de usar el teclado es tan personal que se ha convertido en una de las maneras más seguras de identificar a una persona. Son muchos los elementos que forman la huella biométrica del que teclea: la velocidad de tecleo, repetición de errores, la fuerza con la que se golpea el teclado o lo rápido que se libera cada tecla. Toda esa información se puede registrar para detectar patrones únicos. Un cambio en ese patrón puede indicar que alguien está usurpando una identidad. Pero también puede revelar que el sujeto podría estar enfermo.
Pulsar la tecla es la más breve de esas métricas, sin embargo, también puede ser la más informativa. La acción se puede descomponer en tres fases: impacto del dedo en la tecla, comprensión de la yema del dedo y liberación de la tecla. Estudios de la neurobiología del teclear han mostrado que todo el proceso no dura más de 100 milisegundos y la mayor parte del tiempo (el 77%) es para la liberación. A pesar de su brevedad, cada pulsación activa la corteza motora primaria, el área motora suplementaria, los ganglios basales y el cerebelo.
«Es la métrica más robusta e independiente de tus habilidades previas de tecleo», dice el neurólogo del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Álvaro Sánchez. A diferencia de la destreza al escribir o si se hace con dos dedos o todos, la pulsación de la tecla es una mejor ventana a lo que pasa en el cerebro. Lo que han hecho Sánchez y un grupo de ingenieros de software y telecomunicaciones es crear una serie de algoritmos para modelar matemáticamente las pulsaciones «por su capacidad para detectar un deterioro en las habilidades motoras tan determinantes en enfermedades como el párkinson», explica.
Pulsar una tecla apenas dura 100 milisegundos pero en la acción intervienen varias partes del cerebro
El resultado es un programa llamado neuroQWERTY. Fruto del consorcio M+Visión, en el que participan varias instituciones y empresas madrileñas junto a la universidad estadounidense, este programa registra las pulsaciones en el teclado y las analiza buscando cambios que puedan indicar un deterioro en las habilidades psicomotoras. La idea es tan nueva que, como dice el neurólogo, han tenido que construir la forma de medir su eficacia desde cero. «Con la fiebre, podemos saber que algo pasa cuando se pasa de 36º a 38º, pero nosotros hemos tenido que inventarnos nuestro propio termómetro», comenta.
Para probar la validez de neuroQWERTY, los investigadores usaron el programa con un grupo de personas sanas. Primero les hicieron escribir un párrafo durante el día. Después, para inducir un estado de deterioro de sus habilidades, los levantaron en mitad de la noche para que volvieran a escribir. El experimento, realizado con 14 personas de distintos países y lengua materna, se repitió pasados unos días.
Aunque los resultados no se pueden expresar en un porcentaje de pérdida de habilidad, tal y como muestran en la revista Scientific Reports, los investigadores comprobaron que, en el estado de inercia del sueño, los voluntarios se volvían hasta un 15% más torpes.
En un segundo estudio ya en marcha, los participantes son una veintena de enfermos de Parkinson en fase precoz y, como grupo de control, una quincena de familiares. «Los primeros resultados muestran también este mismo patrón de pérdida», comenta Sánchez.
Una de las ventajas del programa es que trabaja sin afectar al uso cotidiano del teclado. NeuroQWERTY registra las pulsaciones y envía sus datos a los servidores del proyecto donde se modelan matemáticamente. Ahora mismo cualquiera puede instalarlo y ayudar a afinar el modelo. A medio plazo, sus autores quieren crear una interfaz gráfica para que el propio usuario pueda monitorear su forma de teclear.
El conjunto de algoritmos que forman neuroQWERTY, que ya ha sido patentado, podrían servir para probar la eficacia de los medicamentos que se administran a enfermos de párkinson. Pero, el objetivo final es detectarlo en personas de riesgo antes de que sea tarde.
«Ahora nos centramos en el párkinson porque es una enfermedad de mucho impacto, pero neuroQWERTY podría servir para cualquier enfermedad o situación donde se presente una alteración motora», recuerda Sánchez. El tecleo podría así, ayudar en otras enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer o la artritis reumatoide, pero también a detectar estados alterados en personas que tengan responsabilidades tras un teclado.
Documento: ‘Psychomotor Impairment Detection via Finger Interactions with a Computer Keyboard During Natural Typing’
Ciencia en Español
Eric Ries tuvo la fortuna de estar en el momento y lugar apropiados. Su nombre está asociado al dinero fácil que rodea a las startups de éxito en Silicon Valley, pero, tras un traspié, Ries recogía velas en la universidad. Atrás dejaba una sólida reputación como organizador de alocadas fiestas en las que cuentan que dilapidó una cifra escandalosa. Sin embargo, la suerte no lo había abandonado. Allí conoció a dos de los mayores teóricos en modelos de gestión, así que Ries no dejó pasar la oportunidad y aunó sus enseñanzas: nacía el lean startup o emprendimiento ligero.
Se trata de una de las muchas leyendas que alimenta ese hervidero de creación que desde California está cambiando el mundo. Lo constatable es que Eric Ries, hoy con 35 años, publicó El método lean startup (Deusto Ediciones, 2012), y que en su breve recorrido se ha transformado en una auténtica brújula para el lanzamiento de negocios. Por cierto, los dos influyentes teóricos de Ries son Steve Blank, creador del customer development methodology (metodología del desarrollo de clientes), y Kent Beck, uno de los impulsores del agilismo empresarial, según cuenta Mario López Ávila, consultor y profesor de IE Business School, que se ha convertido en un apasionado divulgador de la teoría.
El lean startup apuesta por el uso de la metodología científica centrada en el interés del consumidor para facilitar la que quizá sea la gran enseñanza de Ries: el empresario que triunfa es el que aprende más rápido. “Cuando se trabaja en un producto muy novedoso se genera incertidumbre, lo que hace imposible trazar un plan empresarial a un año”, explica López Ávila. “Debes moverte dando pasos cortos y saliendo a la calle para recabar el feedback de tu potencial cliente. Se trata de ofrecer el producto lo antes posible y analizar la respuesta del mercado a través de test, encuestas o entrevistas que validen o invaliden tus hipótesis. La información recabada en este proceso servirá para seguir trabajando”.
Este modelo, que se puede sintetizar en “construye, mide y aprende”, resulta de especial interés para los proyectos empresariales “con un fuerte componente de innovación”, explica López Ávila. “No hay otras experiencias a las que mirar, por eso es tan útil construir algo barato y rápido que se pueda presentar”. Es el producto mínimo viable sobre el que empezar a trabajar. En el caso de Arash Ferdowsi y Drew Houston, creadores de Dropbox, se utilizó un sencillo vídeo en el que se presentaba la propuesta de almacenamiento en la nube. Las miles de interacciones que se consiguieron en las primeras 48 horas confirmaron que la propuesta interesaba. “Lo importante es cerciorarse de que cubres una demanda real, analizar el uso que da tu cliente y mejorar tu oferta”, sintetiza López Ávila.