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El innovador helicóptero Ingenuity Mars de la NASA realizó su noveno vuelo sobre la superficie rocosa del planeta Marte el
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A las 2:04 de la madrugada (hora peninsular española), la nave rusa Progress 59 se ha desintegrado en la atmósfera terrestre. La agencia rusa Roscosmos tuiteó y aseguró en su web que la nave, de la que había perdido el control, se ha destruido sobre el Océano Pacífico. La agencia espacial estadounidense, NASA, también confirmó la información en su blog sobre la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés). «Tanto los segmentos ruso y estadounidense de la estación continúan operando con normalidad, y tienen suministros de sobra hasta que llegue el próximo vuelo», dice la nota de la NASA. Ninguna de las dos agencias ha dado detalles sobre si alguna pieza de la nave ha caído sobre el océano.
La nave permanecía descontrolada en el espacio desde su lanzamiento fallido, el pasado 28 de abril. Llevaba casi tres toneladas de suministros que iban dirigidos a la ISS. El fallo en la operación de lanzamiento, probablemente debido a un problema en la separación de la tercera etapa del cohete Soyuz que lo puso en órbita, pero aún sin confirmar por los expertos, impidió el despliegue correcto de varias antenas de la nave, lo que imposibilitó tanto la aproximación automática a la ISS para engancharse allí como la debida comunicación con el centro de control en Tierra.
Horas después del percance la nave, estaba indebidamente en rotación sobre sí misma (cumpliendo un giro completo cada cinco segundos) y, tras múltiples intentos de los expertos rusos para recobrar el control de la nave, se dio por perdida.
La nave rusa Progress 59, descontrolada en el espacio desde su lanzamiento fallido el pasado 28 de abril, caerá a la Tierra el viernes 8 de mayo, aunque los expertos definen aún una horquilla amplia en cuanto a la hora. Según el cálculo más reciente de la web especialista en seguimiento de objetos espaciales Satflare.com, el artefacto no tripulado caerá a las 8.10 (hora peninsular española), con un margen de seis horas más y seis horas menos. La agencia espacial rusa Roscosmos había estimado el miércoles pasado una ventana temporal de 21 horas en torno a las 10.39 (hora peninsular). En cualquier caso, sobre el momento de la caída –y, por tanto, el lugar exacto-, influyen las condiciones atmosféricas y solares. La Progress 59 se encuentra ahora a unos 160 kilómetros de altura.
El carguero espacial lleva casi tres toneladas de suministros que iban dirigidos a la Estación Espacial Internacional (ISS). El fallo en la operación de lanzamiento, probablemente debido a un problema en la separación de la tercera etapa del cohete Soyuz que lo puso en órbita, pero aún sin confirmar por los expertos, impidió el despliegue correcto de varias antenas de la nave, lo que imposibilitó tanto la aproximación automática a la ISS para engancharse allí como la debida comunicación con el centro de control en Tierra.
Horas después del percance la nave, estaba indebidamente en rotación sobre sí misma (cumpliendo un giro completo cada cinco segundos) y, tras múltiples intentos de los expertos rusos para recobrar el control de la nave, se dio por perdida. Los expertos en seguimiento de artefactos y fragmentos espaciales han identificado hasta 40 trozos de material (de la propia nave y de la última etapa del cohete) alrededor del carguero.
En el lugar exacto influyen las condiciones atmosféricas y solares
En la reentrada en la atmósfera terrestre, la Progress-59 se quemará, pero no se descarta que no se destruyan algunas piezas, como el sistema de enganche a la ISS. La franja terrestre de caída está comprendida entre los 52 grados de latitud Norte y los 52 Sur. De cualquier forma, los expertos afirman que el riesgo que puede suponer para personas es muy bajo ya que lo más probable es que si algún trozo de la Progress-59 llega a la superficie terrestre sea sobre el mar o en algún territorio deshabitado.
La probabilidad estándar de que una persona resulte herida por uno de estos fragmentos es de una en 10.000, ha explicado el experto en basura espacial Don Kessler a Space.com. “Yo recordaría a todo el mundo que hay 7.000 millones de personas en la Tierra, así que esa probabilidad de uno en 10.000 de que un individuo resulte herido significa que solo hay una probabilidad en 70 billones de que esa individuo sea usted”, añade Kessler.
El carguero espacial ruso Progress 59, que fue lanzado el pasado martes desde la base de Baikonur (Kazajstán) con casi tres toneladas de suministros para la Estación Espacial Internacional (ISS), está descontrolado en órbita terrestre tras un fallo sufrido en sus antenas. Todos los intentos de recuperar el control de la nave no tripulada habían fracasado ayer. Los seis astronautas (tres rusos, dos estadounidenses y una italiana) de la ISS no corren peligro alguno y han sido informados del percance, según declaró la NASA. La tripulación de la ISS, a 420 kilómetros de altura sobre la superficie terrestre, tiene suministros suficientes para más de cuatro meses. La Progress 59lleva combustible, agua, alimentos y repuestos para la base orbital.
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La nave descontrolada acabará destruyéndose al reentrar en la atmósfera terrestre en los próximos días, aunque pueden llegar a caer trozos al suelo. Ya ayer estaba perdiendo altura, según informó Efe citando una fuente de la industria aeroespacial rusa. “Pronosticar con exactitud la fecha y lugar donde caerán los fragmentos que no se desintegren en las capas densas de la atmósfera solo será posible unas horas antes de que ocurra”, señaló dicha fuente a la agencia Ria Novosti. Aún así, el centro de control de la misión, en Rusia, seguía ayer intentado recuperar la comunicación con la nave.
Los problemas de la Progress 59 surgieron ya en órbita, después de separarse del cohete Soyuz, cuando se dirigía hacia la base orbital para atracar automáticamente allí el mismo martes. Se desplegaron los paneles solares y alguna antena, pero parece ser que no todas, y el centro de control no logró establecer la comunicación estable con la nave para enviar comandos y recibir datos. En un principio, confiando en lograr recuperar el carguero, se aplazó el atraque en la ISS, pero ayer se dio prácticamente por imposible. Las imágenes recibidas de una cámara de la nave mostraron que estaba indebidamente en rápida rotación, con la superficie terrestre y el Sol apareciendo y desapareciendo del encuadre.
En 2011, la Progress 44, también con carga para la ISS, se destruyó debido a un fallo del cohete poco después del lanzamiento.
El X-37B, avión espacial secreto de la Fuerza Aérea estadounidense, vuelve el próximo 20 de mayo al espacio para iniciar una nueva misión orbital experimental. Será el cuarto vuelo de este programa y no se ha especificado cuál de las dos unidades disponibles del minitransbordador será la que despegue en un cohete Atlas V desde la base de Cabo Cañaveral (Florida). “Los objetivos fundamentales del X-37B son dos: [desarrollar] tecnologías de aviones espaciales reutilizables para el futuro de América en el espacio y operar experimentos que puedan regresar a la Tierra y ser examinados”, señala la Fuerza Aérea estadounidense, pero no da muchos más detalles de este proyecto clasificado, ni su coste.
El avión espacial no tripulado es similar, a escala reducida, a los transbordadores de la NASA que fueron retirados definitivamente en 2011, pero es mucho más pequeño: cinco toneladas, 8,9 metros de longitud y 4,5 de envergadura del X-37B, frente a las más de cien toneladas, 37,2 metros de longitud y 23,79 de envergadura de los transbordadores. Además, la pequeña nave no lleva tripulantes (el aterrizaje en pista es automático), despliega un panel solar en órbita para su alimentación eléctrica y permanece en el espacio mucho más tiempo de las dos semanas de vuelo que eran lo habitual con las antiguas naves de la NASA.
La primera misión del X-37B fue lanzada al espacio en abril de 2010 y aterrizó en la base de Vandenberg (California) en diciembre de aquel mismo año, tras siete meses en órbita, recuerda NasaSpaceflight.com. La segunda, con la otra unidad operativa del minitransbordador secreto, duró 15 meses (desde marzo de 2011 hasta junio de 2012). Para el tercer vuelo, se reutilizó la primera unidad del avión, que se lanzó en diciembre de 2012 y regresó en octubre de 2014, tras 675 días en el espacio. Los detalles de estas misiones son secretos, “sin embargo, se supone que fueron exitosas y ambos vehículos fueron recuperados intactos”, recordó NasaSpaceflight.com.
En la misión que comenzará en mayo, la cuarta, parece ser que se incluirán cargas útiles experimentales. “Las cargas del X-37B y sus actividades específicas están clasificadas, así que no está claro qué hace exactamente este avión espacial mientras da vueltas a la Tierra”, señala Space.com. Pero responsables de la Fuerza Aérea han dado algunas pistas: “El Laboratorio de Investigación de la Fuerza Aérea (AFRL), el centro de Espacio y Sistemas de Misiles (SMC) y la Oficina de la Fuerza Aérea de Respuesta Rápida (AFRCO) investigan un sistema experimental de propulsión en la cuarta misión del X-37B”, señaló el capitán Chris Hoyler, un portavoz de la Fuerza Aérea a dicha web especializada en temas espaciales. “La AFRCO también llevará unos materiales avanzados a bordo del X-37B de la NASA para estudiar la duración de varios materiales en el entorno espacial”.
En la misión que comenzará en mayo, la cuarta, se incluirán cargas útiles experimentales
Desde el inicio del programa X-37B en la Agencia de Proyectos de Investigación de Defensa Avanzados (DARPA) las especulaciones sobre sus objetivos han llenado el hueco que dejan los secretos. Se ha sugerido que estas naves pudieran servir para misiones de vigilancia de zonas estratégicas en la superficie terrestre, para poner en órbita satélites militares (en su bodega cabrían dos de pequeño tamaño), para destruir satélites enemigos o incluso como algún tipo de arma espacial, pese a que la Fuerza Aérea estadounidense lo ha negado sistemáticamente. El minitransbordador, fabricado por Boeing, vuela en órbitas bajas (técnicamente se definen las comprendidas entre los 200 y los 2.000 kilómetros sobre la superficie de la Tierra). A la hora de regresar, el minitransbordador recibe las órdenes pertinentes para, automáticamente, reentrar en la atmósfera, descender y aterrizar en una pista, que en las tres misiones anteriores ha sido en la base de Vandenberg, pero con la de Edwards, también en California, como reserva. Los transbordadores de la NASA siempre fueron pilotados por astronautas.
“Las tecnologías ensayadas en el programa incluyen sistemas avanzados de guiado, navegación y control, sistemas de protección térmica, aviónica, estructuras de alta temperatura y sellados, aislantes reutilizables, sistemas de vuelo electromecánicos ligeros y sistemas avanzados de propulsión, vuelo orbital autónomo y aterrizaje”, señalaba la Fuerza Aérea estadounidense en su web, en 2010, cuando comenzaron las misiones de este vehículo.
El X-37B nació en la NASA a finales de los años noventa como un programa tecnológico orientado a futuros vehículos espaciales reutilizables que sustituyeran a los entonces ya veteranos transbordadores. La agencia espacial iba a construir dos vehículos: uno para probar los sistemas de aproximación y aterrizaje en pista, y otro orbital. Se hicieron algunos ensayos con una unidad de vuelo a pequeña escala, pero finalmente la NASA canceló el programa y pasó a la DARPA, que asumió los diseños previos como punto de partida para el X-37B que ha acabado volando.
Cría estrellas y te disolverán la nebulosa. Los Pilares de la Creación, una imagen tomada por el telescopio espacial Hubble en 1995, es un espectáculo cósmico de nacimiento y muerte. Situados en la nebulosa del Águila, se trata de un vivero de estrellas a 7.000 años luz de distancia de la Tierra. Allí, la materia gaseosa se va acumulando por la fuerza de la gravedad hasta construir centrales naturales de fusión nuclear como el Sol. Cuando las estrellas crecen, comienzan a bañar la nebulosa con radiación ultravioleta y la comienzan a erosionar. Al ritmo actual, en tres millones de años, una minucia en tiempos cósmicos, los Pilares de la Creación habrán desaparecido destruidos por sus propias criaturas.
Ahora, utilizando un instrumento del VLT (Telescopio Muy Grande, de sus siglas en inglés) del Observatorio Europeo Austral (ESO), instalado en Chile, los astrónomos han producido una imagen tridimensional de los pilares. Las nuevas observaciones de la nebulosa, que se añaden a las recientes imágenes de la zona publicadas por la NASA a principios de este año, muestran cómo se distribuyen en el espacio sus estructuras polvorientas.
Según ha explicado el ESO en un comunicado, “los Pilares de la Creación son un clásico ejemplo de las típicas formas de columna que se desarrollan en las nubes gigantes de gas y polvo, los lugares donde nacen nuevas estrellas». Las columnas surgen cuando las inmensas estrellas blancoazuladas de tipo O y B recién formadas «emiten una intensa radiación ultravioleta y vientos estelares que empujan el material menos denso, expulsándolo de su vecindad”, añade. Sin embargo, los grumos más densos de gas y polvo pueden resistir esta erosión durante más tiempo. Detrás de estos grumos más gruesos de polvo, el material está protegido del duro y fulminante fulgor de las estrellas O y B. Este blindaje crea oscuras «colas» o «trompas de elefante», y es lo que vemos como el cuerpo oscuro de un pilar que apunta hacia las brillantes estrellas”, continúan.
Aunque este proceso acabará con una de las estructuras más famosas del universo en un tiempo relativamente pequeño, es imposible incluso que, en este mismo instante, los Pilares de la Creación ya no existan. En 2007, un grupo de astrónomos descubrió imágenes del telescopio Spitzer en las que se observaba una nube de polvo caliente junto a este vivero de estrellas. De acuerdo con su interpretación, este fenómeno se debería a una supernova que habría destruido la nebulosa hace 6.000 años. Como la formación se encuentra a 7.000 años luz de distancia, la destrucción aún tardaría 1.000 años en observarse desde la Tierra.
A las 21.26 hora peninsular española del jueves 30, tal y como habían planificado los responsables de control de la misión, la sonda espacial Messenger de la NASA se estrelló en el suelo de Mercurio, el planeta más interior y más pequeño del Sistema Solar. Tras más de cuatro años en órbita allí, la nave automática se había quedado sin combustible y la semana pasada recibió las órdenes pertinentes para ponerse en trayectoria de impacto contra el suelo. El choque, que debió producir un cráter de unos 15 ó 16 metros de diámetro, se produjo en la cara de Mercurio no visible desde la Tierra, por lo que la confirmación de la destrucción de la Messenger no se tuvo hasta las 21.40, cuando no se recibió su señal en el momento en que habría reaparecido por el borde de Mercurio de no haberse destruido. Fue en ese momento cuando los expertos del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, en Maryland, que desarrolló y controló esta misión por encargo de la NASA, dieron por concluido el vuelo de la Messenger. El impacto debió producirse cuando la nave, de casi media tonelada en la Tierra, iba a una velocidad de 14.000 kilómetros por hora.
“La Messenger seguirá proporcionando a los científicos una bonanza de nuevos resultados ahora que empezamos la nueva fase de la misión: el análisis de los emocionantes datos que ya están en los archivos para desvelar los misterios de Mercurio”, declaró John Grunsfeld director adjunto de la NASA para ciencia.
Dado que la nave, sin combustible, no podía efectuar las correcciones de órbita imprescindible para mantenerse mucho tiempo en vuelo, habría acabado chocando con la superficie de Mercurio pero incontroladamente, y los expertos prefirieron planear su suicidio en un momento exacto para tener la oportunidad, en el futuro, de buscar el cráter producido por el impacto y poder analizar el antes y el después del choque para intentar desvelar información acerca del terreno que habrá quedado expuesto. El jueves 30 los telescopios terrestres no pudieron presenciar el impacto al producirse en la cara de Mercurio no visible desde la Tierra y los observatorios en órbita no podían apuntarse hacia allí porque se habría dañado su óptica, dada la proximidad al Sol, explicó la NASA.
La sonda había enviado el mismo día 30 los últimos datos científicos e imágenes de Mercurio, que se recibieron a través de la antena de 70 metros de diámetro de la estación de Robledo de Chavela (en Madrid), de la Red de Espacio Profundo de la NASA, y de la estación de Goldstone (California), informa la agencia espacial estadounidense en un comunicado. Los operadores de la misión confirmaron que habían pasado, a las 21.04 horas, a recibir únicamente la escueta señal de radiobaliza de la sonda. Desde que se puso en órbita de Mercurio, el 17 de marzo de 2011, la Messenger dio 4.105 vueltas alrededor del pequeño planeta captando información científica. Solo una nave espacial, la Mariner 10, de la NASA, en 1974-75, se había aproximado antes a Mercurio. La siguiente misión prevista será la BepiColombo, de la Agencia Europea del Espacio (ESA), que debe partir en 2017 para llegar a su destino en 2024.
Entre los muchos logros de la Messenger, la NASA destaca que ha permitido determinar la composición de su superficie, revelar su historia geológica, descubrir su campo magnético interno y verificar que hay depósitos de agua helada en los cráteres de las regiones polares que están permanentemente a la sombra.
Películas como Armageddon y Deep Impact muestran el miedo existente a que un meteorito de gran tamaño pueda chocar contra la Tierra. Exageraciones cinematográficas aparte, no es un temor irracional: en 2013 la ciudad rusa de Chelyabinsk sufrió uno de estos impactos, con 1.500 heridos y más de 7.000 edificios dañados. Ahora, un grupo de investigadores de la NASA planea desplegar una constelación de pequeños satélites de bajo coste que sirvan para detectar las posibles amenazas.
Todo comenzó en 2005, cuando el Congreso de los EEUU ordenó a la NASA que detectara y catalogara el 90% de aquellos objetos próximos a la Tierra (NEO, por sus siglas en inglés) que superaran los 140 metros. La meta era tener controlados a aquellos cometas y asteroides que pudieran penetrar en la atmósfera terrestre, y debía alcanzarse en una fecha tan lejana entonces como 2020.
Pero en 2010 la Comisión Reguladora Nuclear de Estados Unidos (NRC por sus siglas en inglés) puso ese objetivo en entredicho. Sería necesaria una gran cantidad de fondos, de trabajo y de tiempo para lograrlo. Los expertos calcularon que harían falta 500 millones de dólares y 10 años de colaboración entre diversas instalaciones, tanto espaciales como terrestres, para cumplir la meta… en 2030.
Interior de un CubeSat
Dicho esto, la solución propuesta por el equipo de la NASA parece casi milagrosa: “Nuestros análisis muestran que llevará menos de 3 años encontrar todos los NEO con este sistema”, asegura a Teknautas el investigador de la NASA y autor del estudio publicado en arXiv, Slava Turyshev. No sólo eso, sino que el coste estimado apenas un 10% de los 500 millones de dólares augurados por la NRC. La hazaña será posible gracias a dos tecnologías emergentes: una técnica conocida como seguimiento sintético y los CubeSats, ambas de apenas 10 cm.
Tecnologías de 10 centímetros
Los CubeSats son unos pequeños satélites cúbicos de 10 cm de arista, con un peso de 1,33 kg y un coste inferior a 2 millones de dólares. Su manejo sencillo y bajo coste los hacen idóneos en diversos campos, desde investigación a telecomunicaciones.
Para la solución propuesta por Turyshev serán necesarios cinco de estos satélites, no de 10 x 10 x 10 cm (1U) sino de 90 x 10 x 10 cm (9U). “Colocándolos en una órbita similar a la de Venus podrán ver 360⁰ en un mes y medio”, explica el investigador. Gracias a esto es posible situar los CubeSats en esa posición, y esperar a que los NEO se acerquen para ir cazándolos.
El proyecto costará un 10% de los 500 millones de dólares previstos inicialmente, y se llevará a cabo en tres años
En cuanto a las ventajas del seguimiento sintético, el físico ruso explica que esta técnica hace fotos muy rápidas y con poco ruido. “Se pueden tomar imágenes de décimas de milisegundos de duración, para así encontrar objetos que se moverían durante una exposición normal de 30 segundos”, asegura el investigador. De esta forma también es posible llevar a cabo un seguimiento y establecer su órbita de forma “muy precisa”. Además, la tecnología necesaria para tomar estas fotografías mediría tan sólo 10 cm.
Este rastreo no sólo es necesario por motivos de seguridad, sino también para facilitar la investigación científica y posibilitar la exploración espacial. Pero es el miedo ante un evento como el provocó la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años o el de Tunguska el que ha obligado a la NASA a tomar cartas en el asunto.
“¡Por supuesto!”, exclama Turyshev, optimista, cuando se le pregunta si los CubeSats permitirán alcanzar la fecha límite de 2020. Las probabilidades de que un gran NEO impacte la Tierra son realmente bajas, pero gracias a esta constelación de vigilantes cualquier posible amenaza estará controlada.
La sonda espacial automática New Horizons está ya más cerca de Plutón, su objetivo, que la Tierra del Sol, pero el planeta enano y su luna Caronte todavía se ven como poco más que pequeños puntos brillantes en sus cámaras. Será a mediados de mayo cuando la nave empiece a tomar mejores imágenes de esos lejanos objetos celestes que las que se han obtenido hasta ahora desde nuestro planeta. Mientras tanto, ha informado hoy la NASA, los expertos de la misión se preparan para el histórico encuentro con Plutón, planeado con toda precisión para el próximo 14 de julio, cuando la New Horizons pasará a una distancia de su superficie de solo 12.500 kilómetros, algo menos que el diámetro de la Tierra. Es la primera misión espacial a ese planeta enano.
“La literatura científica está llena de artículos sobre las características de Plutón y sus lunas basados en observaciones realizadas desde la superficie terrestre o desde telescopios en órbita de la Tierra, pero nunca lo hemos estudiado de cerca y específicamente”, recalcó John Grunsfeld, director adjunto de misiones científicas de la NASA, en un apuesta al día del avance de la misión celebrada hoy en Washington. “En un sobrevuelo sin precedentes el próximo mes de julio, nuestro conocimiento de cómo es realmente el sistema de Plutón se expandirá exponencialmente y no me cabe duda de que habrá emocionantes descubrimientos”, añadió.
Plutón, antes el planeta más alejado de la estrella en el Sistema Solar y recalificado, en 2006, como planeta enano por Unión Astronómica Internacional, es, con sus aproximadamente 2.300 kilómetros de diámetro, el mayor objeto conocido del cinturón de Kuiper. Esta región en forma de rosquilla situada más allá de Neptuno, entre 30 y 55 veces la distancia de la Tierra al Sol (UA, unidad astronómica), está poblada fundamentalmente por cientos de miles de objetos helados. Plutón tiene una atmósfera de nitrógeno, estaciones, rasgos claramente marcados en su superficie y, al menos, cinco lunas (se conocía solo una, Caronte, cuando arrancó la misión New Horizons, en 2001; otras cuatro se han descubierto después). En cuanto a Caronte, de unos 1.200 kilómetros de diámetro, puede también tener una atmósfera y, tal vez, actividad reciente en su superficie, señala la agencia espacial estadounidense.
La New Horizons, de 500 kilos, partió de la Tierra hace más de nueve años (en enero de 2006). “Es una misión de exploración pura, vamos a convertir puntos de luz en un planeta y un sistema de lunas ante nuestro ojos”, ha señalado Alan Stern, investigador principal de la misión. Tras el sobrevuelo del planeta enano y su gran luna, la nave se adentrará en ese Cinturón de Kuiper, formado por planetas enanos y cuerpos helados, y considerado la tercera zona del Sistema Solar, tras la región de los planetas rocosos, como la Tierra, y la de los gigantes gaseosos, como Júpiter.
La sonda, construida y operada para la NASA por el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, lleva siete instrumentos científicos, incluyendo cámaras, espectrómetros y detectores de plasma y polvo. Con ellos podrá cartografiar la geología de Plutón y de Caronte, determinar su composición superficial y medir las temperaturas, además de examinar la atmósfera del planeta enano y buscar si también su luna tiene una. También tomará datos de los satélites más pequeños del sistema.
Como el sobrevuelo de esos objetos celestes será breve, la New Horizons tomará el máximo de datos posibles muy rápidamente durante la maniobra. Enviará a la Tierra la información de alta prioridad, unos días antes y después de la máxima aproximación, pero tardará hasta 16 meses en mandar a la Tierra todos los datos almacenados en la memoria de a bordo, han informado los especialistas de la misión.