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Cuando Facebook comenzó a cotizar en el Nasdaq, en la documentación para los inversores potenciales incluía una advertencia. La empresa podría peligrar si faltaban Mark Zuckerberg, el consejero delegado y fundador, o la número dos, Sheryl Sandberg. Ella acaba de enviudar. El pasado viernes Silicon Valley se conmocionó tras la abrupta muerte de Dave Goldberg, uno de los emprendedores más carismáticos y esposo de una de las mujeres más poderosas del mundo tecnológico. El lunes se conocieron los datos concretos de su deceso. Murió en la cinta de correr en un complejo de vacaciones en Punta Mita (México). Cayó y se golpeó en la cabeza. Según el portavoz de la familia, su hermano Robert le trasladó al hospital donde falleció tras el golpe en el cerebro, que le ocasionó una pérdida masiva de sangre. Tenía 47 años.
Su deslumbrante carrera comenzó a finales del siglo XX, en la primera era .com, antes del estallido de la burbuja, con la creación de Launch en 1999, una revista de contenido que vendió a Yahoo! por 12 millones de dólares. En 2007 fichó por un fondo de inversión de capital riesgo Benchmark. Ahí comenzó su exitosa trayectoria rastreando startups. Entre sus obsesiones estaba mantenerse financieramente dentro del ecosistema tecnológico, sin necesidad de salir a bolsa. A sus ojos, era innecesario. En varias ocasiones defendió que se trataba más de una cuestión de ego de los fundadores que de una fórmula adecuada. De ahí dio el salto a SurveyMonkey, una web dedicada a la creación de encuestas y formulario muy popular en Internet, cuya valoración supera los 2.000 millones de dólares.
Entre las empresas que más y mejor ha asesorado se encuentran las redes sociales Nextdoor y Ancestry. La primera es para que los vecinos se conozcan. La segunda, para conectar familiares.
El funeral se ha celebrado este martes en la universidad de Stanford. La entrada fue bajo estricta invitación e incluía una petición: “nada de corbatas, en honor a su memoria, pues él las odiaba”. El humor, precisamente, era una de sus rasgos más marcados. También su feminismo. Se pronunció varias veces a favor de la igualdad en las oportunidades de progreso laboral y remuneración. Un tema candente en la Bahía de San Francisco, donde menos del 30% de los trabajadores en el sector de la tecnología son mujeres y son escasos los puestos directivos que ocupan. En la despedida, la directiva se permitió una broma en esta línea: “Dave disfrutaba haciendo la colada mucho más que yo”. Una de las muestras de su vocación de apoyo a las mujeres está en la carrera de su mujer, en su propio nombre, que no cambió tras el matrimonio a pesar de la costumbre de adoptar el del marido. Él era Goldberg, ella es Sandberg. En su libro Lean In, Sandberg justifica gran parte de su éxito por el constante apoyo de su marido, tanto en la toma de decisiones como en el cuidado de los niños.
Bono, el cantante de U2, interpretó One para su viejo amigo, aunque cambió el nombre de Jesús por Abraham para adaptarlo al credo judío del finado. Entre los famosos presentes estuvieron el actor Ben Affleck, el consejero delegado de Disney, Bob Iger. También la flor y nata de Sand Hill Road, el equivalente a Wall Street en Silicon Valley.
Su mujer ha evitado las palabras, le ha despedido cambiando la foto de su perfil de Facebook. Un cruce de miradas entre ambos el día de su enlace, en 2004.
A las 21.26 hora peninsular española del jueves 30, tal y como habían planificado los responsables de control de la misión, la sonda espacial Messenger de la NASA se estrelló en el suelo de Mercurio, el planeta más interior y más pequeño del Sistema Solar. Tras más de cuatro años en órbita allí, la nave automática se había quedado sin combustible y la semana pasada recibió las órdenes pertinentes para ponerse en trayectoria de impacto contra el suelo. El choque, que debió producir un cráter de unos 15 ó 16 metros de diámetro, se produjo en la cara de Mercurio no visible desde la Tierra, por lo que la confirmación de la destrucción de la Messenger no se tuvo hasta las 21.40, cuando no se recibió su señal en el momento en que habría reaparecido por el borde de Mercurio de no haberse destruido. Fue en ese momento cuando los expertos del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, en Maryland, que desarrolló y controló esta misión por encargo de la NASA, dieron por concluido el vuelo de la Messenger. El impacto debió producirse cuando la nave, de casi media tonelada en la Tierra, iba a una velocidad de 14.000 kilómetros por hora.
“La Messenger seguirá proporcionando a los científicos una bonanza de nuevos resultados ahora que empezamos la nueva fase de la misión: el análisis de los emocionantes datos que ya están en los archivos para desvelar los misterios de Mercurio”, declaró John Grunsfeld director adjunto de la NASA para ciencia.
Dado que la nave, sin combustible, no podía efectuar las correcciones de órbita imprescindible para mantenerse mucho tiempo en vuelo, habría acabado chocando con la superficie de Mercurio pero incontroladamente, y los expertos prefirieron planear su suicidio en un momento exacto para tener la oportunidad, en el futuro, de buscar el cráter producido por el impacto y poder analizar el antes y el después del choque para intentar desvelar información acerca del terreno que habrá quedado expuesto. El jueves 30 los telescopios terrestres no pudieron presenciar el impacto al producirse en la cara de Mercurio no visible desde la Tierra y los observatorios en órbita no podían apuntarse hacia allí porque se habría dañado su óptica, dada la proximidad al Sol, explicó la NASA.
La sonda había enviado el mismo día 30 los últimos datos científicos e imágenes de Mercurio, que se recibieron a través de la antena de 70 metros de diámetro de la estación de Robledo de Chavela (en Madrid), de la Red de Espacio Profundo de la NASA, y de la estación de Goldstone (California), informa la agencia espacial estadounidense en un comunicado. Los operadores de la misión confirmaron que habían pasado, a las 21.04 horas, a recibir únicamente la escueta señal de radiobaliza de la sonda. Desde que se puso en órbita de Mercurio, el 17 de marzo de 2011, la Messenger dio 4.105 vueltas alrededor del pequeño planeta captando información científica. Solo una nave espacial, la Mariner 10, de la NASA, en 1974-75, se había aproximado antes a Mercurio. La siguiente misión prevista será la BepiColombo, de la Agencia Europea del Espacio (ESA), que debe partir en 2017 para llegar a su destino en 2024.
Entre los muchos logros de la Messenger, la NASA destaca que ha permitido determinar la composición de su superficie, revelar su historia geológica, descubrir su campo magnético interno y verificar que hay depósitos de agua helada en los cráteres de las regiones polares que están permanentemente a la sombra.
Este jueves Tesla Motors por fin anunciará sus esperadas baterías, capaces de proteger a un hogar de los apagones y las facturas de la luz. A pesar de toda la expectación generada Elon Musk ha soltado la información con cuentagotas, pero gracias a los modelos que ya están probando algunos clientes es posible adelantar algunos datos, como que el dispositivo se alquilará para hacerlo más asequible.
Así lo ha asegurado el analista de Global Equities Trip Chowdhry, que ha tenido la oportunidad de hablar con alguno de estos usuarios, a The Guardian. Desde Teknautas nos hemos puesto en contacto con él para averiguar más detalles sobre las baterías de Tesla a pocos días de su presentación oficial. Según el experto el precio de la tecnología oscilará entre los 10.000 y los 15.000 dólares (entre 10.000 y 14.000 euros) y existirían dos modelos: uno de 10 kWh y otro de 15 kWh.
Para poder afrontar este coste, Tesla ofrecerá un plan alternativo más atractivo. Los usuarios podrán pagar 1.500 dólares (menos de 1.400 euros) para hacerse con una, y luego desembolsar 15 dólares al mes (unos 14 euros) durante 20 años. Gracias a este alquiler, el precio final para el cliente sería de prácticamente la mitad: 6.600 dólares (6.000 euros). Además, Chowdhry asegura que Pacific Gas and Electric (proveedor de gas y electricidad californiano) devolverá el 30%.
Batería instalada en uno de los hogares piloto (Fotografía: Trip Chowdhry)
Esta subvención por parte de la eléctrica parece lógica si se tiene en cuenta que, si los clientes almacenan energía durante horas de bajo consumo para luego utilizarla durante los picos, podrían evitarse los apagones y las bajadas de tensión. En España, sin embargo, las baterías de Tesla podrían no contar con este apoyo (si llegan), debido a la situación del autoconsumo en nuestro país. Según la propuesta del Real Decreto de Autoconsumo, los usuarios tendrán que pagar una tasa por utilizar este tipo de sistemas.
Los clientes podrán pagar 1.500 dólares para hacerse con una, y luego pagar una cuota de 15 dólares al mes
Toda esta información ha sido extraída por el analista a partir de los clientes que ya están probando la tecnología. Según la web de SolarCity, empresa de paneles solares que también pertenece a Musk, ya hay 300 instaladas en los hogares de algunos de sus clientes, y pretenden aumentar el número a 430 en pocos meses. De hecho la cadena de supermercados Wall-Mart también las está probando en once de sus establecimientos.
Del modelo de negocio anunciado por Chowdhry se extrae que los usuarios no serán propietarios de la batería, porque tendrán que devolverlas al finalizar el período. Aunque no está claro si se podrá ser dueño de una pagando más.
En cuanto al uso de la misma, la batería de Tesla será suficiente para mantener los servicios básicos durante un apagón: luz, nevera e internet, entre otros. Y probablemente este sea su uso principal, más que el de dar energía a toda la casa de forma continuada.
Un negocio de 200.000 millones
Los clientes potenciales de la tecnología serán, según Chowdhry, aquellos que desean estar conectados constantemente, para quienes las baterías serán “un sueño hecho realidad”. Se refiere a esas casas con gran cantidad de dispositivos, que gastan más de 100 euros al mes en tarifas de datos, y donde perder las conexión supone no sólo estrés, sino pérdidas económicas relacionadas con el trabajo. El experto calcula en 10 millones los hogares estadounidenses que cumplen estos requisitos, y “probablemente” existan otros 10 millones en el resto del mundo.
La compañía de electricidad de California devolverá el 30% del importe total
Por ello, Chowdhry cifra la oportunidad de negocio para Tesla con estas baterías en unos 200.000 millones de dólares (180.000 millones de euros). Y añade que las demanda será “extraordinariamente alta”. Para saber si esta predicción se cumple habrá que esperar a su lanzamiento, previsto para finales de verano. En todo ello jugará un papel crucial la gigafábrica que abrirá sus puertas en 2017 para poder cubrir la demanda de baterías.
El uso más atractivo del futuro producto de Tesla pasa por almacenar la energía obtenida de fuentes alternativas pero intermitentes, para luego utilizarla cuando se desee. Por ejemplo, si ya se cuenta con placas solares de SolarCity (o de cualquier otra empresa). No obstante, es probable que también puedan utilizarse las baterías de forma independiente, recargándolas en los puntos habilitados para ello.
Por supuesto, ningún dispositivo tecnológico del siglo XXI puede darle la espalda al estilo, y según Chowdhry es “silenciosa y queda bien en el garaje”. Las únicas imágenes que se han desvelado al respecto confirman el look minimalista del aparato, que además estará disponible en blanco o negro. Para conocer el resto de datos, así como para una posible fecha de lanzamiento en Europa, habrá que esperar todavía unos días.
La tecnología ha puesto al alcance por primera vez la posibilidad de corregir el genoma humano en la línea germinal, es decir, en el ADN que se transmite a las siguientes generaciones. La posible aplicación a la medicina de estas técnicas da ahora un paso clave para un tipo importante de enfermedades hereditarias, las mitocondriales, que solo transmite la madre. Los investigadores han probado en ratones que es posible destruir selectivamente las mitocondrias enfermas en óvulos o embriones tempranos, y ya colaboran con clínicas de fertilidad para probar la seguridad del método en humanos.
La inmensa mayoría de los 20.000 genes humanos se encuentran en el núcleo de cada célula, pero hay unos 50 que no están en el núcleo, sino en las mitocondrias, las factorías energéticas de la célula. En la fecundación, el óvulo y el espermatozoide aportan sus genes nucleares a partes iguales, pero las mitocondrias las pone solo el óvulo: de ahí que los genes mitocondriales se transmitan solo por línea materna. Cuando alguno de esos genes es erróneo, resultan enfermedades genéticas, también transmitidas solo por la madre.
Aunque estas enfermedades mitocondriales son una minoría de las dolencias hereditarias, resultan en condiciones muy graves, con fallos catastróficos en los órganos y tejidos que más energía necesitan, como el cerebro, el corazón y el hígado. Incluyen varios tipos de demencia y neurodegeneración, diabetes, infarto, disfunción hepática, pérdida de visión y sordera, todas ellas sin cura. Poder corregirlas en el óvulo o poco después de la fecundación libraría a los hijos (no solo a las hijas) de esas taras, y también a toda su descendencia futura.
Las enfermedades mitocondriales son una minoría de las dolencias hereditarias, pero generan fallos catastróficos
El equipo de Juan Carlos Izpisúa en el Instituto Salk de California, junto a científicos de Miami, Kobe, Urbana, Barcelona y Pekín, y en colaboración con varios hospitales españoles, han logrado aplicar las modernas técnicas de edición genómica para impedir el paso de mutaciones mitocondriales a la descendencia. Lo han hecho en ratones modelo, pero usando varias de las mutaciones mitocondriales humanas más relevantes. Publican los resultados en la revista Cell.
“La técnica”, explica Izpisúa, “se basa en una única inyección de material genético (ARN) en el óvulo o en el embrión temprano, y por tanto podría realizarse fácilmente en las clínicas de fertilidad de todo el mundo”. Por supuesto, faltan varios cambios legales y comprobaciones de la seguridad del método para llegar a ese punto. Pero la técnica se puede considerar ya a punto para dar ese salto.
La edición genómica también es prometedora para la mayoría de las enfermedades hereditarias –las del genoma nuclear—, pero Izpisúa cree que las taras mitocondriales pueden erigirse en la avanzadilla. La principal razón, explica, es que no hay buenas alternativas para ello. El Reino Unido ha aprobado hace solo unos meses una estrategia alternativa –los llamados “hijos de tres padres”—, pero en ese caso hay que combinar genes de tres individuos, lo que puede generar problemas de compatibilidad, tal como indican algunas evidencias en ratonas.
Los científicos han comprobado la eficacia de la técnica en óvulos de ratón que contenían mutaciones humanas
La técnica del Salk no requiere donaciones de óvulos. Simplemente, dirige un sistema de enzimas que cortan el ADN (endonucleasas) específicamente contra los genes mitocondriales mutantes.
Las enfermedades mitocondriales tienen una peculiaridad importante. Una célula tiene solo un genoma nuclear, pero muchos genomas mitocondriales (de 100 a 100.000), y lo más común es que algunos sean normales y otros mutantes. Que la enfermedad se manifieste depende de que el porcentaje de mitocondrias mutantes alcance un valor crítico. Las endonucleasas atacan solo a las mitocondrias mutantes, y ello permite a las sanas imponerse al peso, aunque algunas mitocondrias mutantes persistan por allí.
Los científicos han comprobado la eficacia de la técnica en óvulos de ratón que contenían las mutaciones mitocondriales humanas responsables de la neuropatía hereditaria de Leber, distonía (LHOND), debilidad muscular neurogénica, ataxia y retinitis pigmentosa. Todas son enfermedades raras sin cura actual.
Antes de que empiecen los ensayos clínicos es preciso evaluar la seguridad del método en óvulos de pacientes con enfermedades mitocondriales. Izpisúa está en contacto con clínicas de fertilidad para conseguir ese material.
El futuro se nos ha echado encima.
El verano de 1816 no existió. La escritora londinense Mary Shelley y su compatriota poeta Lord Byron se refugiaron de la lluvia y los cielos tenebrosos en una mansión a la orilla del lago Lemán, al norte de los Alpes. Y ante el fuego de la chimenea, en aquel verano que nunca fue, a Shelley se le ocurrió el personaje de Frankenstein y Lord Byron escribió el poema Oscuridad, que arrancaba: “Tuve un sueño, que no era del todo un sueño. El brillante sol se apagaba…”.
Ellos no lo sabían, pero el origen de la oscuridad y el frío que los encerraron en casa aquel segundo invierno se encontraba a miles de kilómetros de allí. El volcán Tambora, en la actual Indonesia, había empezado a vomitar sus entrañas más de un año antes, llegando a su culmen entre el 10 y el 11 de abril de 1815. Su megaerupción, la más devastadora de los últimos 750 años, se llevó por delante la vida de más de 60.000 personas, en su mayoría víctimas de la hambruna.
Los gases con azufre que expulsó Tambora eclipsaron la luz del Sol, sepultando el siguiente verano en buena parte del hemisferio Norte y arruinando las cosechas. Miles de personas tuvieron que lanzarse a comer gatos y ratas, según recuerda el vulcanólogo Stephen Self, de la Universidad de California en Berkeley (EE UU).
El mal tiempo provocado por la erupción del Tambora inspiró a Mary Shelley para escribir Frankenstein
Dos siglos después de la tragedia del Tambora, Self es uno de los expertos que alertan de que la humanidad no está preparada para la siguiente megaerupción. Incluso un país como Japón desconoce al menos el 40% de las grandes erupciones de sus volcanes en el pasado.
“Ha llegado la hora de explorar sistemáticamente todos los registros disponibles de erupciones […] para que tengamos más oportunidades de comprender los futuros peligros potenciales”, clama hoy Self, junto a su colega Ralf Gertisser, de la Universidad de Keele (Reino Unido), en la revista científica Nature Geoscience.
Los autores creen que el 200 aniversario de la erupción que parió a Frankenstein debería servir como un recordatorio de la amenaza volcánica. En enero, un informe técnico, elaborado por la red de vulcanólogos Global Volcano Model y por la Asociación Internacional de Vulcanología y de Química del Interior de la Tierra, advertía de que hay un 33% de probabilidades de que se produzca una erupción como la de Tambora a lo largo del siglo XXI.
El informe concentra el 90% del riesgo en cinco países: Indonesia, Filipinas, Japón, México y Etiopía. Para Self, “Indonesia es la mayor preocupación, debido a la densidad de la población y al número de volcanes. La próxima erupción puede ser incluso de un volcán sin erupciones conocidas”, advierte. En 1883, la erupción del volcán Krakatau, en la parte occidental del archipiélago indonesio, provocó la muerte de 34.000 personas.
La mayor erupción conocida fue hace 74.000 años en la isla de Sumatra y dejó un agujero de 100 kilómetros
No muy lejos, en la isla de Sumatra, se produjo la mayor erupción conocida por el ser humano. Fue hace 74.000 años. La explosión del volcán Toba creó un agujero de 100 kilómetros de largo por 60 de ancho, hoy ocupado por un lago. “Fuera de Indonesia me preocupa el volcán Taal, en Filipinas, cercano a una región densamente poblada, la de Manila [más de 25 millones de personas], y con un historial difícil de precisar”, añade Self.
El vulcanólogo, que también trabaja para el organismo que regula las centrales nucleares en EEUU, cree que disponer de un registro detallado de las megaerupciones de los últimos miles de años ayudaría a predecir futuras catástrofes. “Tendríamos una idea mucho más aproximada de la frecuencia, aunque obviamente todavía existirían patrones que no entenderíamos, ya que los volcanes están muy extendidos por el planeta y reaccionan a diferentes fuerzas. Algunos acontecimientos son debidos al azar, e incluso algunos vulcanólogos sostienen que las erupciones son esencialmente impredecibles”, explica a Materia.
Self y su colega recuerdan que la nube de cenizas expulsada en la erupción del volcán islandés Eyjafjallajökull en 2010 obligó a cancelar miles de vuelos en Europa, pese a tratarse de un evento ridículo comparado con la explosión del Tambora hace 200 años. El volcán indonesio escupió unos 40 kilómetros cúbicos de material. Una de las erupciones más violentas del siglo XX, la del filipino Pinatubo en 1991, apenas expulsó cinco kilómetros cúbicos.
Las erupciones volcánicas son imposibles de predecir», opina el vulcanólogo Juan Carlos Carracedo
Para Self, “hay muchas cosas que podemos hacer” para blindarnos ante una futurible megaerupción, como “tomar precauciones para proteger los aviones, modificar los planes de vuelo y planear diferentes cultivos” en algunas regiones. “Pero no las haremos a menos que la probabilidad de una futura gran erupción sea alta o, dicho de otra forma, que la amenaza sea real”, sentencia.
El veterano vulcanólogo español Juan Carlos Carracedo es más escéptico. Este experto, profesor emérito en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, cree que, por ejemplo, no tiene sentido recordar la megaerupción que hubo hace 640.000 años en la zona del Parque Nacional Yellowstone (EE UU) como si fuera algo que va a repetirse próximamente. “Hacer estas especulaciones solo sirve para intranquilizar a la gente”, opina. Aquella gigantesca explosión cubrió de ceniza gran parte de Norteamérica.
“Hay muy pocas erupciones como para poder hacer un análisis estadístico. En Canarias hemos tenido 16 en los últimos 500 años, unas separadas por 20 años y otras, por 237 años. Las erupciones volcánicas son imposibles de predecir, solo podemos conseguir una detección temprana cuando ya han empezado. Si hay una supererupción, nos enteraremos todos los del planeta cuando ocurra”, zanja.
«Nadie sabe nada» es un extraño mantra para el fundador de una empresa que vale hoy más de 20.000 millones de euros, pero para Marc Randolph, cofundador de Netflix —el servicio en streaming de series y películas con más de 44 millones de usuarios—, esta frase del oscarizado guionista William Goldman vale tanto para lo que se cuece en la meca del cine como lo que bulle en Silicon Valley: «Goldman quería que nadie puede predecir qué será un éxito y qué será un fracaso. Y es importante tenerlo en cuenta para entender que si tienes una idea es imposible saber de antemano si es buena o mala», proclamó Randolph durante la presentación ayer martes del nuevo máster internacional MBA de IE Business School.
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Que las ideas malas pueden convertirse en ideas millonarias es algo que sabe bien la mujer de Randolph. Cuando le contó la idea de Netflix ella le respondió que era «la mayor estupidez que había oído». Y, en efecto, pareció serlo por un tiempo. Netflix arrancó no como un servicio en línea, sino como un videoclub por correo que enviaba los DVD directamente a los buzones de los estadounidenses. El usuario podía quedarse los discos tanto tiempo como quisiera y no se le cobraba por devolverlos tarde.
Durante tres años la propuesta apenas funcionó, hasta que llegó el 14 de abril de 1997. «Lanzamos nuestra web y estábamos esperando con el champán a que se escuchara el primer ding de nuestro primer cliente. Se escuchó el ding. Unos segundos después: ding, ding, ding, ding. Luego, silencio. Se nos había caído el servidor. Así que en vez de pasarme la tarde bebiendo champán, me encontré en un supermercado con mi técnico comprando equipo a toda prisa para volver a estar en la red».
Se me daba muy bien arrancar empresas, pero era terrible como mánager de una compañía enorme
A sus 56 años, más de una década después de despedirse de la compañía que cofundó y dirigió, Randolph sigue siendo fiel al «nadie sabe nada» y se muestra reacio a las predicciones, aunque se atreve a opinar sobre el futuro que aguarda a las salas de cine por la competencia de Netflix: «No creo que ver películas por streaming vaya a matar a las salas de cine. Cuando estoy en casa, reconozco que lo veo todo por Netflix, o por HBO y Apple TV, pero sigo yendo al cine porque es una experiencia muy distinta». Sobre si el Blu-ray será el último formato físico o de si en realidad la piratería beneficia a la industria, como señalan artistas como Neil Gaiman o los productores de Juego de tronos, Randolph prefiere dejarle el papel de oráculo a otro.
¿Y por qué abandonar Netflix en 2003, cuando la compañía ya era un éxito y estaba a punto de dar el salto al streaming? «A los 45 ya sabes perfectamente en lo que eres bueno y en lo que eres malo. Y yo me di cuenta de que, pecando de inmodesto, se me daba muy bien arrancar empresas, pero era terrible como mánager de una compañía enorme». Cerrar la puerta de Netflix le dejó vía libre a su auténtica pasión: el mundillo start-up. Chubbies shorts, Getable, Bookrenter o Rafter son un puñado de las start-ups que cuentan con él entre sus fundadores y directivos, algunas con éxito, como Looker, que ofrece un programa para gestionar los datos en una empresa y ha conseguido una ronda de financiación de 28 millones de euros.
Randolph señala como futura revolución para las start-ups que puedan identificar si su negocio funciona o no sin tener que crear la empresa
Optimista «por naturaleza», Randolph no ve que los sueños proféticos de un apocalipsis start-up que han venido señalando expertos como Bill Gurley (máximo inversor de Uber o Snapchat) se vayan a cumplir. Para él, hay un abismo entre estos tiempos y la burbuja digital que explotó en el 2000 y que generó pérdidas de miles de millones de euros: «Las cosas son muy, muy diferentes ahora que entonces. Viví lo que pasó y vi las barbaridades que se cometieron. En su gran mayoría, ese no es el caso. No es lo mismo invertir en ideas, como ocurría entonces, que invertir en empresas como Uber o Airbnb. Estas compañías no son ficticias, tienen millones de clientes que pagan un dinero muy real».
Además, Randolph cree que los riesgos de montar un negocio tecnológico se han reducido mucho: «Cuando constituimos Netflix como empresa, tuvimos que reunir un capital de casi dos millones de euros y tardamos seis meses en tener una web. Ahora podrían hacer lo mismo dos chavales en el salón de su casa».
Y podrían probarlo sin tener que montar una empresa. Randolph señala como futura revolución para las start-ups que puedan identificar si su negocio funciona o no sin tener que crear la compañía»Lo llamo validation-hacking. Pongamos un ejemplo inventado: tú quieres montar una app para servir cerveza a tus clientes siempre que les apetezca. Pues antes de empezar a desarrollarla, lo que tienes que hacer es salir por tu vecindario, darle tu número a los vecinos y contarles cuál es el servicio que ofreces. Te pasas unos meses probando así, corriendo para llevar cerveza a gente cercana cada vez que te lo pidan. Y de ahí aprenderás mucho de tus clientes potenciales y de si el negocio parece rentable».
Sí que ve compleja, aunque necesaria, la transformación de un país que quiera subirse al carro de las start-ups. Y no por dinero o tradición tecnológica: «El factor esencial del que no se suele hablar es el cultural. Conceptos como incentivar la ambición o premiar el fracaso chocan a veces con barreras culturales. En esto hemos mejorado mucho en Estados Unidos, pero hay zonas en las que todavía no se entiende lo importante que es que la gente aprenda errando». De hecho, afirma que la moda ahora en Silicon Valley es «mirar mal» a quien no ha fallado al menos una vez, otro mantra para el emprendedor para el que Randolph se guarda otra referencia cinéfila. Una frase de la actriz Mary Pickford, diva de Hollywood que rodaba películas por docenas al año en la edad de oro del mudo: «Eso que llamamos fracaso no es caerse, sino permanecer en el suelo».