Los coches de Tesla han enamorado a muchos estadounidenses por su combinación de estilo y sostenibilidad. Pero lo que funciona en un mercado puede fracasar en otro. Smartscooter es la respuesta de un emprendedor taiwanés al acuciante problema del tráfico en Asia: se trata de una motocicleta eléctrica con (casi) tanto encanto como una Vespa, pero con cero emisiones. Y una importante innovación: no es necesario esperar a que se cargue, sino que las baterías utilizadas se cambian por otras cuando es necesario.
Horace Luke es un amante de la belleza y la funcionalidad, una especie de Steve Jobs asiático que quiso un Tesla Model S nada más lo vio. Este exjefe de innovación de HTC quiso importarlo, ya que en Taiwán Elon Musk no vende sus vehículos, pero pronto cayó en la cuenta de que no iba a tener dónde aparcarlo. ¿Por qué no crear, él mismo, un producto más adaptado a su país?
Los países asiáticos se están quedando fuera de la revolución del transporte ecológico, ya que estos coches son demasiado caros y conseguir un aparcamiento es tarea imposible. Y eso sin tener en cuenta los precios. Por eso Luke fundó su startup Gogoro con una idea en mente: diseñar un vehículo bonito, eléctrico y a un precio competitivo para Taiwán.
Smartscooter, la moto eléctrica que propone sustituir las baterías en lugar de recargarlas
Así nació Smartscooter, que comenzará a circular por las calles taiwanesas el próximo verano. Esta motocicleta tiene un cuidado diseño que recuerda al de un producto de Apple por la calidad de sus materiales y su conectividad. Su motor eléctrico es equivalente a uno de 125cc y permite alcanzar velocidades máximas de 100 km/h.
La moto se conecta al ‘smartphone’ para controlar el nivel de batería y hasta cambiar el sonido de la bocina
El vehículo es personalizable y puede conectarse al smartphone mediante Bluetooth. Así es posible descargar nuevos sonidos para la bocina y modificar la iluminación del panel. El móvil también sirve para saber el nivel de carga de la batería, encontrar la estación de recambio más cercana, pedir ayuda en caso de accidente y (algo que los más despistados agradecerán) encontrarla si no recordamos dónde está aparcada.
Luke no sólo ha logrado un ciclomotor moderno y ecológico: también es asequible. Aunque todavía no se ha anunciado un precio definitivo de forma oficial, el emprendedor asegura a Forbes que la cifra final estará comprendida entre los 2.000 y los 3.000 dólares. Más o menos lo que cuestan las motos de Honda y Yamaha que abundan en Asia.
El precio de Smartscooter puede parecer sorprendente si se tiene en cuenta que funciona con una batería eléctrica, algo que siempre encarece este tipo de vehículos y limita por ello su adopción. La solución propuesta por Luke es sin duda innovadora: los dueños poseen la moto pero no las baterías. Lo que hacen los conductores es pagar una pequeña cuota mensual para cambiarlas en una estación de recarga conforme sea necesario. Y desde Gogoro no descartan que el Gobierno taiwanés subvencione parte del precio final, rebajándolo todavía más.
Este sistema, en el que las baterías se cambian en lugar de recargarse, ya ha sido probado en el pasado con resultados catastróficos. La filosofía tras startups como la israelí Better Place, que quebró en 2013, es sencilla: es más barato cambiar la batería que construir estaciones de recarga. A pesar de eso, su fundador, Shai Agassi, gastó 1.000 millones de dólares intentando construir la infraestructura necesaria para ello.
Las baterías no se recargan sino que se cambian, un sistema más rápido y barato que sin embargo no ha dado buenos resultados en el pasado
El éxito de Smartscooter depende de que Luke sea capaz de superar ese bache. Para ello lanzará una red de estaciones, GoStations, no mucho más grandes que una máquina de vending y con un precio de 10.000 dólares la unidad. Las baterías pesan 9 kilos, por lo que su cambio no es especialmente complicado y puede completarse en menos de un minuto. Estas se encuentran bajo el asiento y, gracias al cambio, se evita tener que esperar tediosamente a que la moto se cargue, como si se tratara de un vulgar smartphone.
Es difícil adivinar si Gogoro triunfará donde Better Place fracasó, por mucho que Luke haya hecho los deberes. Para asegurar la instalación de una red de plantas de recambio lo suficientemente extensa se encuentra en negociaciones con el Gobierno taiwanés.
Pero los inversores parece que apuestan por el éxito de la Smartscooter. A finales de 2014 ya había recaudado 150 millones de dólares en inversiones. Recientemente consiguió otros 50 millones del CEO de Ruentex y del cofundador de HTC, y Luke espera conseguir pronto otros 100 millones de dólares. No son cifras astronómicas para la industria tecnológica, pero puede que sea suficiente para una motocicleta que de momento se conforma con tener éxito en Taiwán y que se irá extendiendo a otras ciudades y países poco a poco.
China se ahoga
La motocicleta eléctrica de Luke arrancará en la capital taiwanesa de Taipéi antes de expandirse por otras grandes ciudades. En otros países de su entorno, como China, podría suponer una pequeña bombona de oxígeno ante el problema de la contaminación.
El gigante asiático necesitaría 320.000 millones de dólares anuales en investigación durante los próximos cinco años para conseguir sus objetivos en la reducción de emisiones contaminantes. Así lo ha anunciado el banco central chino en un informe presentado esta misma semana, que también asegura que el presupuesto real sólo cubre un 15% de esa cantidad.
Estos datos demuestran la necesidad de limpiar el aire chino, y un vehículo como Smartscooter, que no produce emisión contaminante alguna podría aliviar la situación de algunas ciudades asfixiadas por las emisiones.