San Francisco, una plaza cuencana que acoge pintorescas artesanías

La plaza de San Francisco, en el Centro Histórico de Cuenca, desde hace más de 60 años acoge a comerciantes que venden vestimentas tradicionales.

En el sitio, alrededor de 19 personas que provienen del cantón Otavalo se radicaron en la capital azuaya para ofrecer sus prendas, a más de los cuencanos que también comercializan todo tipo de ropa y zapatos en el lugar.

Juana Santillán, artesana, recuerda que llegó a Cuenca cuando tenía 9 años. Ella vino con su padre desde su querida Otavalo a vender ropa, pero con el paso del tiempo se fue afincando en la ciudad y al final acá formó su hogar.

Recuerda que su papá traía blusas bordadas, ponchos y gorras de lana, bufandas y chales, los cuales eran muy codiciados por los cuencanos de esa época.

“En aquel entonces los jueves era el día de feria y desde todas partes llegaban hasta este sector para vender sus cosas”, indicó la mujer que aún recuerda que un poncho costaba 13 mil sucres, “que era mucho dinero en ese tiempo”, dijo. Agregó que el viaje desde Otavalo hasta Cuenca era muy largo.

“Veníamos en camiones o en Transportes Santa hasta la ciudad”, indicó.

Al fundarse “Santa Ana de los cuatro ríos”, en 1557, Sebastián Palacios recibió en donación el terreno. Un año después se convirtió en la Plaza de la Feria, por disposición del gobernador Gil Ramírez Dávalos. Allí era donde asistían la mayor parte de los cuencanos de ese tiempo.

La plaza de San Francisco estuvo siempre al frente del templo que lleva el mismo nombre, y está muy cerca del convento donde habitó fray Vicente Solano, periodista, político y considerado uno de los más importantes de la cultura de Cuenca, que vivió entre la última década del siglo XVII.

La venta de artesanías ha sido su carta de presentación

Aurelio Morales, nacido en Otavalo, dijo que su trabajo ha sido ofrecer ropa de calidad y con diseños elaborados por ellos mismos.

Él puso como ejemplo una blusa, que se demora un día en bordarla pero es la más solicitada por los turistas que llegan hasta San Francisco. Indicó que la labor no solo está en el sitio, también está en casa donde se levantan los diseños y también se elabora el fino bordado.

María Carmen Maldonado indicó que el bordado lo aprendió desde la niñez y su madre, Carmen Morales, quien aún vive en Otavalo, le enseñó los “trucos” de este proceso.

Los padres de María Maldonado tejían fajas, chompas, ponchos, chalinas, pañales de bebé, fajas y otras prendas, lo que ella también ahora vende en la plaza.

“Comenzábamos el trabajo desde las 5 de la mañana hasta altas horas en la noche”, dijo. Comentó que las prendas que ellos confeccionan ahora son adquiridas por los cuencanos y también por los turistas nacionales y extranjeros.

Según Morales, “en los telares a mano tejemos cobijas de alpaca, que son trabajadas durante dos días”. Cada una tiene un costo de $ 25, “pero pueden regatear”. (I)