Samborondón cimenta sus tradiciones ecuestres y montuvias
La destreza del jinete y la gallardía del caballo se conjugan en armoniosa complicidad. Ellos son los que dominan la sabana y se yerguen como el símbolo de la ruralidad costeña.
Así lo sienten los hermanos Léster y David Cano Briones, cuando cabalgan los briosos equinos criollos que forman parte de sus caballerizas. Ellos tienen más de un motivo para sentir orgullo de sus raíces montuvias. Y lo hacen notar.
En la hacienda El Gran Chaparral, a cinco minutos de la cabecera cantonal de Samborondón y a pocos metros del cerro Santa Ana, estos hermanos tienen a su cuidado más de 25 caballos, la mayoría de raza criolla.
El sitio se complementa con el típico paisaje de la campiña costeña: al pie del lugar recorre manso el río Vinces y la tranquilidad del lugar apenas se interrumpe por el graznido de gansos que se bañan en un estanque; a pocos metros crías de gallos de pelea complementan el cuadro.
Pero la pasión por los equinos es lo que llena de alegría a estos hermanos. Desde que el cantón Samborondón fue declarado en 2015 como Capital Ecuestre de Ecuador, por la Organización Mundial de Turismo Ecuestre, ellos ven que esta costumbre, hasta antes de ese tiempo limitada a los rodeos, comenzó a cobrar fuerza.
“Desde ese año, junto con las autoridades cantonales y provinciales, le damos más énfasis y empeño a eventos de tipo ecuestres; en el país se realizan al menos 17 actividades relacionadas con los caballos, como cabalgatas, rodeos y carreras”, comenta Léster Cano.
Incluso, recientemente (el 28 de julio) se desarrolló en ese cantón una cabalgata que acogió, según dijo, a más de 1.000 caballistas de todo el país, con motivo de las fiestas en honor a los patronos Santa Ana y San Joaquín.
Como llegan delegaciones de otras parroquias, cantones y provincias, es la costumbre que en cada festividad en una localidad donde predomina la tradición ecuestre “se devuelva la visita”.
Aclara que las cabalgatas no son pagadas; “se trata de unir pueblos, de fortalecer el folclor y la identidad del montuvio”.
De allí que cuando se organiza un evento de esta naturalza se unen caballistas de localidades como Salitre, Daule, Palestina y Santa Lucía(Guayas).
Pero también se unen de provincias como Los Ríos (del cantón Baba, específicamente), Manabí, Santo Domingo de los Tsáchilas e incluso de Pichincha.
“En ocasiones llegan a los festejos los conocidos chagras del cantón Mejía, o de poblaciones como Alóag, sin excluir a jinetes del cantón Chillanes(Bolívar) y de la población de Sibambe (Chimborazo).
Él nació en Guayaquil en 1973, pero siempre se sintió identificado con el campo y su pasión por los caballos.
“Hubo un tiempo en que esta tradición estaba disminuida, debido a que de a poco se estaba perdiendo la identidad del montuvio”.
Para él, el caballo es como un hermano. “Es como si fuera parte de la familia, antes tal vez (hace unos 40 o 50 años atrás) era visto solo como una herramienta de trabajo en el campo, pero ahora esto ha cambiado; actualmente es como un integrante de la identidad de nuestra ruralidad”.
Su hermano David Cano comparte esa visión, aunque no es de muchas palabras. Asegura que a partir de los dos años y medio, “cuando le comienza a salir el colmillo”, el animal está listo para ser domado y montado.
Pero eso tiene una fase previa, dice, y es que el caballo tiene que pasar una noche entera con la montura puesta.
En cuanto a la alimentación no hay mayor secreto: pasto, agua y pisquillo (arroz triturado) es la base primordial.
Mientras estos hermanos muestran sus habilidades y cercanía con los animales cuando alistan los aparejos: tapadera, bozal, rienda, montura y las riendas, no dejan de recordar el próximo evento que se avecina:
“Este domingo estamos invitando a todos a que se unan a la cabalgata y rodeo montuvio, saldremos desde Tarifa y recorreremos tres kilómetros hasta la plaza de Samborondón”, recuerda Léster, quien en ningún momento dejó su sombrero a un lado.
El caballo criollo
Esta especie es la raza característica originaria de América del Sur, por sus características físicas es considerada apta para trabajar en el campo.
En las haciendas de Samborondón estos ejemplares acompañan a sus dueños en las tareas de la agricultura y ganadería; como principal característica es su color café al que se le denomina alazán tostado.
En la última década esta especie también es utilizada para prácticas curativas o de rehabilitación física, conocidas como equinoterapia. Por su agilidad también son utilizados en las carreras hípicas.
El rodeo montuvio se ha fortalecido en la última década, tal es así que en cada fiesta cantonal en la Costa, principalmente, no falta un certamen de esta naturaleza.
Allí es cuando se juntan representantes de diversas haciendas y sus complejas destrezas, como el caracoleo, el lazo pial y el rejoneo, que son las más conocidas. (I)