¿Por qué mentimos tanto? Todos somos Pinocho y la ciencia
¿Por qué mentimos tanto? Todos somos Pinocho y la ciencia nos explica por qué
¿Por qué mentimos tanto? Todos somos Pinocho y la ciencia nos explica por qué. Bien dicen que “una mentira siempre lleva a otra” y aunque a veces éstas puedan parecer una salida fácil ante una mala situación, la acción de mentir puede llegar convertirse en un hábito… sí, justo como nos lo advirtieron nuestros padres).
Pero no crean que es la “maldad natural” del ser humano lo que nos impulsa a decir mentiras sin piedad. Ahora la ciencia tiene una buena explicación para ello.
Un equipo de científicos del University College de Londres desveló uno de los grandes misterios del universo: ¿por qué mentimos tanto?
De acuerdo con su estudio, el decir mentiras de forma habitual provoca insensibilidad del cerebro ante esta acción y no sólo eso, las mentiras activan una parte de nuestro cerebro que nos anima a mentir cada vez más.
Tal vez de ahí viene el dicho este de una mentira que nos lleva a otra.
Para este estudio, los neurocientíficos reclutaron a 80 voluntarios entre 18 y 65 años. Luego, los sometieron a diferentes pruebas en las que podían mentir para obtener beneficios personales. ¡Qué trampa!
Una de estas pruebas era adivinar cuántas monedas había en un frasco de vidrio.
Los cálculos debían de hacerse en parejas, si el equipo se acercaba lo máximo posible a la cifra exacta ambos integrantes recibirían beneficios. Sin embargo, pasarse o no acercarse en lo más mínimo a la cifra daría beneficios sólo a uno del equipo. Mientras los participantes realizaban con cuidado la operación, los científicos escaneaban sus cerebros.
Cada que los participantes decidían mentir para obtener un beneficio propio, la amígdala (una parte del cerebro asociada con las emociones) se activaba. Pero esta respuesta se iba apagando conforme los integrantes seguían mintiendo, entre más mentiras decían menos señales enviaba la amígdala cerebral.
“Cuando mentimos interesadamente, nuestra amígdala produce una sensación negativa que limita el grado en que estamos dispuestos a mentir. Sin embargo, esta respuesta se desvanece a medida que continuamos mintiendo y cuanto más se reduce esta actividad más grande será la mentira que consideremos aceptable”, explicó Tali Sharot, coautor del estudio.
Los científicos aclararon que la amígdala no sólo se activa con las mentiras, también lo hace con otros actos que consideramos malos –como los comportamientos violentos– y, al igual que con la acción de mentir, la amígdala va perdiendo respuesta conforme realizamos actos negativos con frecuencia.