Libaneses festejan la renuncia del premier
El primer ministro libanés, Saad Hariri, fracasó en su oportunidad de enderezar el rumbo del país en su segundo intento al frente de un Ejecutivo condenado por el sectarismo y los intereses de sus integrantes.
Hijo del primer ministro Rafik Hariri, asesinado en un atentado en Beirut en 2005, Saad Hariri presentó ayer la renuncia, luego de casi dos semanas de protestas antigubernamentales que paralizaron al país.
“He llegado a un callejón sin salida, y necesitamos un gran shock para contrarrestar esta crisis”, dijo. “Mi llamado a los libaneses es priorizar el interés del Líbano, la seguridad, la paz civil y la prevención del colapso económico”.
Los manifestantes reclamaban la renuncia del Gobierno y el derrocamiento de la clase política que domina el país desde la guerra civil de 1975-1990.
Las protestas comenzaron el 17 de octubre con la llamada “revolución del Whatsapp”, tras el intento del Ejecutivo de establecer un impuesto a las llamadas a través de aplicaciones de mensajería de $0,20 al día.
El ministro de Telecomunicaciones retiró la medida, pero los ciudadanos continuaron en la calle, bloquearon carreteras, instalaron tiendas de campaña y ocuparon calles y plazas. Los bancos y las escuelas cerraron por 13 días.
Las manifestaciones se volvieron más violentas ayer cuando los partidarios de Hizbulá, un poderoso grupo chií que forma parte del Gobierno libanés, y su aliado el Movimiento Amal, atacaron a los manifestantes y prendieron fuego a sus tiendas.
El ejército libanés fue enviado para restaurar la calma, y las plazas públicas en Beirut se llenaron de manifestantes que vitoreaban la renuncia de Hariri.
El líder de Hizbulá, Hasan Nasrallah, advirtió del riesgo de una nueva guerra civil si había “un vacío de poder” y rechazó la renuncia del gobierno y la convocatoria de elecciones anticipadas.
“En menos de dos semanas derribamos un gobierno de políticos poderosos y ricos”, señaló Manal, una madre de tres hijos desempleados del suburbio de Beirut, dominado por Hizbulá, que protestaba en la Plaza de los Mártires de Beirut.
El Gobierno libanés es un sistema de poder compartido sectario. Los escaños parlamentarios se dividen según la secta. El presidente debe ser cristiano maronita, el primer ministro musulmán sunita y el presidente del Parlamentomusulmán chiíta.
Las protestas, que se opusieron en gran medida a este sistema, reunieron al pueblo libanés de todas las sectas. Desde el comienzo de las protestas, los manifestantes cantaron una línea sobre musulmanes y cristianos que se unieron y maldijeron a la élite política.
Los manifestantes exigieron la renuncia de Hariri, pero sus partidarios temen que su retirada del gobierno otorgue poder a sus oponentes, que incluyen al presidente Michel Aoun y su yerno, el ministro de Relaciones Exteriores Gebran Bassil y a Hezbollah. (I)