Las voces fantasmagóricas de las muñecas de Edison
Aunque Robin y Joan Rolfs eran propietarios de dos singulares muñecas parlantes fabricadas por la empresa de fonógrafos de Thomas Edison en 1890, no se atrevían a reproducir los cilindros de cera que contenían.
Los Rolfs, viejos coleccionistas de fonógrafos Edison, sabían que si giraban la manivela que tenían las muñecas en la espalda, la aguja de acero del fonógrafo podía romperse o destruir los surcos del cilindro, poco profundo y con forma de anillo. Así que, durante años, las muñecas permanecieron una junto a la otra dentro de una vitrina, portadoras de un mensaje de los albores de la grabación sonora que nadie podía oír.
En 1890, las muñecas de Edison fueron un fracaso; la producción duró solo seis semanas. A los niños les costaba manejarlas y les resultaban más aterradoras que adorables. Las grabaciones que guardaban en su interior, con fragmentos de canciones de cuna, les aburrían enseguida.
Sin embargo, los historiadores del sonido afirman que los cilindros fueron los primeros discos que se fabricaron con fines de entretenimiento, y que las niñas contratadas para recitar las nanas fueron las primeras artistas discográficas del mundo.
A los niños les costaba manejarlas y les resultaban más aterradoras que adorables
Año tras año, los Rolfs preguntaban a los expertos si había una manera segura de reproducir las grabaciones. Luego, un laboratorio del Gobierno desarrolló un método para reproducir discos frágiles sin tocarlos. La técnica utiliza un microscopio para crear imágenes de los surcos con un detalle exquisito. Un ordenador emula –con gran precisión– los sonidos que habría generado una aguja moviéndose en esos surcos.
En 2014, la tecnología se comercializó por primera vez fuera del laboratorio. “En todo momento, el temor es que no queremos estropear esos discos. No queremos ponerles una aguja encima”, explica Jerry Fabris, comisario del Parque Histórico Thomas Edison en West Orange, Nueva Jersey. “Ahora disponemos de la tecnología necesaria para reproducirlos sin peligro”, añade.
El mes pasado, el Parque Histórico publicó en Internet tres grabaciones inéditas de las muñecas de Edison, entre ellas las dos pertenecientes a la colección de los Rolfs. “Probablemente existan más y esperamos que la gente ahora las digitalice”, comenta Fabris.
La tecnología, conocida como Irene (siglas en inglés de “Image, Reconstruct, Erase Noise, Etc.” o “Imagen, reconstruir, eliminar ruido, etc.”), fue desarrollada por el físico de partículas Carl Haber y el ingeniero Earl Cornell en Lawrence Berkeley. Irene extrae el sonido de cilindros y discos. También puede reconstruir el audio de grabaciones tan dañadas que se consideraban irreproducibles. “Ahora estamos escuchando sonidos históricos que no esperaba oír en la vida”, asegura Fabris.
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En agosto, los Rolfs no sabían qué esperar cuando empaquetaron los dos cilindros de sus muñecas Edison, todavía adosados a sus motores, y partieron de su casa en Hortonville, Wisconsin, hacia el Centro de Conservación Documental del Noreste en Andover, Massachusetts. El centro había adquirido recientemente la tecnología Irene.
Los cilindros almacenan el sonido en un surco en espiral tallado por una aguja de fonógrafo que vibra arriba y abajo, creando así una superficie formada por pequeñas colinas y valles. En la configuración de Irene, un microscopio situado por encima del brazo toma miles de imágenes en alta resolución de pequeñas secciones de los surcos.
Cuando se unen, las imágenes ofrecen un mapa topográfico de la superficie del cilindro y trazan cambios de profundidad tan pequeños como una quingentésima parte de un cabello humano. Tono, volumen y timbre están codificados en las colinas y valles y la velocidad a la que se reproduce el disco.
En el centro de conservación, el especialista en preservación Mason Vander Lugt conectó uno de los cilindros al extremo de un eje rotatorio. Situados frente a una pantalla de ordenador, los Rolfs vieron por primera vez la serpenteante onda generada por Irene. Luego llegó el audio digital. Al principio, las palabras eran indistinguibles, pero a medida que Lugt iba eliminando ruido, la canción de cuna resultó más nítida. “Ese fue el momento clave”, dice Robin Rolfs.
En 1890, una niña había recitado en el laboratorio de Edison:
Había una niña,
y tenía un ricito
en medio de la frente.
Cuando era buena,
era muy, muy buena.
Pero, cuando era mala, era horrible.
Recientemente, el centro de conservación descubrió otra sorpresa. En 2012, la Fundación Woody Guthrie recibió de un donante anónimo 18 discos de fonógrafo de enorme tamaño. Nadie sabía si en alguno de los discos manchados de polvo aparecía Guthrie, pero Tiffany Colannino, en aquel momento la archivista de la fundación, los había guardado intactos hasta que oyó hablar de Irene.
El pasado otoño, el centro extrajo el audio de uno de los discos, titulado Jam Session 9, y envió por correo electrónico el archivo digital a Colannino. “Estaba sentada en el comedor y, de pronto, estaba oyendo a Woody”, dice. Entre las interpretaciones en solitario de Ladies Auxiliary, Jesus Christ y Dead or Alive, Guthrie cuenta chistes e historias de su pasado y hace reír al público. “Es típicamente Guthrie”, señala Colannino.
Las muñecas de los Rolfs vuelven a estar en la vitrina de Wisconsin. Pero, ahora que el audio se encuentra almacenado en varios ordenadores, su voz permanece intacta.
Traducción de News Clips
© 2015 New York Times News Service
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