¿Hay que seguir usando cubrebocas?
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Para acelerar una vuelta a la normalidad, al salir del quinto pico de infecciones por la pandemia de COVID-19, el gobierno de México anunció el retiro de la obligatoriedad del uso del cubrebocas en los centros de trabajo, pero lo sigue recomendando —no obligando— cuando no pueda asegurarse la “sana distancia” o la ventilación adecuada de los interiores. También sugiere a las personas que decidieron no vacunarse o inmunocomprometidas “utilizar cubrebocas en todo momento”, igual que a quienes utilizan el transporte público.
Sin embargo, ante el anuncio hubo un entendimiento general de que se estaba dando por terminada la pandemia en México. Esta una interpretación errónea del documento oficial, donde queda claro que no se decreta el fin de la pandemia y sí se recomienda aún el uso de cubrebocas en varias circunstancias. Entonces, ¿hay que seguir usando el cubrebocas? Claramente sí: en interiores, en sitios mal ventilados y en medio de tumultos.
Quizá fue un error del gobierno lanzar estos lineamientos sin una campaña de difusión clara para evitar las malas interpretaciones. Por desgracia, esto tiene un contexto previo: durante el desarrollo de la pandemia se politizó el uso del cubrebocas en varios países, incluido México, a pesar de que su utilidad está probada tanto para que no se infecte quien lo usa, como para que este no infecte a los demás. Su funcionamiento puede resumirse en una simple frase: “Mi cubrebocas te protege, tu cubrebocas me protege”.
¿Hay que seguir usando cubrebocas?
Nunca debió politizarse el uso del cubrebocas y hoy este hecho aúna a la desinformación. Desde los primeros meses de la pandemia de COVID-19 se hizo evidente científicamente que el virus SARS-CoV-2 se transmitía por el aire, incluso a larga distancia; que había llegado para quedarse; y que no se sometería a la anhelada inmunidad de rebaño —mediante la cual un patógeno desaparece cuando la población pasa cierto umbral de inmunidad— pues este tiene una creciente capacidad de transmisión y evasión de la inmunidad.
De ese modo, la inmunidad natural (tras una infección) o inducida (por vacunas) pasó de protegernos contra la enfermedad a hacerlo mayormente contra la enfermedad grave y la muerte, lo cual tiene mucho mérito. Por eso este virus pasará a formar parte del repertorio de los que nos infectan con frecuencia y tendremos que acostumbrarnos a coexistir con él, aceptando que mitigar su daño es viable pero que erradicarlo no es posible. Por ello, el cubrebocas, la ventilación de los espacios cerrados, evitar los tumultos, ponernos las vacunas que nos correspondan y mantenernos en las mejores condiciones físicas posibles siguen y seguirán siendo algunas de las principales medidas de mitigación contra el COVID-19.
Mientras no termine la etapa pandémica debemos mantener las precauciones que nos permiten mitigar el daño del virus, para que sus efectos no colapsen los servicios médicos, no limiten nuestra movilidad y dañen la economía. Hacerlo ayudará no solo contra el COVID-19, sino contra casi todas las infecciones respiratorias, pues hay que recordar que la influenza reaparecerá con toda su fuerza en cuanto el COVID-19 amaine. Además, tarde o temprano habrá nuevas pandemias y esto que hemos aprendido ahora nos beneficiará llegado el momento.
¿Entonces cuándo terminará esta pandemia? No tiene una fecha mientras no se acabe para todo el mundo: casi cualquier brote de este virus, en cualquier lugar, se hará global si encuentra gente a quien infectar, lo que seguirá ocurriendo mientras este evolucione. Después, cambiará su transmisión a endémica global y el daño que causará será cada vez menor, pues la población tendrá un mayor nivel de inmunidad (natural y por vacunas). También, esperemos, porque esa población se habrá acostumbrado al uso de los cubrebocas —y las medidas de distanciamiento y ventilación— y lo habrá integrado a su cultura, como ocurrió desde hace décadas en el Oriente. Incluso, en países como Japón hay gente renuente a dejar de usar el cubrebocas, pues resalta la viveza de los ojos y cubre eventuales defectos faciales o dentales.
Las medidas de distanciamiento social siguen y seguirán siendo relevantes también para evitar la infección de mucha gente al mismo tiempo y evitar que se sature y colapse el sistema sanitario. Además, nos dan tiempo mientras se crean drogas, vacunas o anticuerpos monoclonales para combatir los virus que vendrán.