El coronavirus no va a dejar de mutar y eso es uno de los grandes problemas de las vacunas
El coronavirus no va a dejar de mutar. Justo antes de Navidad, el primer ministro de Reino Unido anunció que habían identificado una nueva «variante» del coronavirus SARS-CoV-2 mucho más contagiosa de lo esperado. Si tienes alguna inquietud recuerda contactarnos a través de nuestras redes sociales, o regístrate y déjanos un comentario en esta página. También puedes participar en el WhatsApp. Si usas Telegram ingresa al siguiente enlace.
Casi al mismo tiempo otra variante, esta vez sudafricana, acaparaba la atención de los medios de medio planeta. Y esta misma semana, Japón ha encontrado una nueva variante proveniente de Brasil y lo peor es que esto no acaba aquí.
Los expertos están convencidos de que las nuevas variantes no van a dejar de aparecer y que debemos estar preparados para ello. Por eso, pese a que los análisis iniciales indican que las vacunas siguen siendo eficaces, este «boom de cepas» nos lanza una pregunta fundamental: ¿Y si alguna de ellas logra burlar a la vacuna? ¿Tendríamos que empezar de nuevo y esperar un año para tener las nuevas versiones o se podrían hacer cambios sobre la marcha?
El coronavirus no va a dejar de mutar ¿Puede el virus burlar a las vacunas?
Es una preocupación que va más allá de la opinión pública. «La pregunta del millón de dólares es qué importancia tendrá esto para la efectividad de las vacunas que se están administrando actualmente», decía Jeremy Luban, virólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts, en Nature la semana pasada.
En general, los primeros análisis de urgencia mandaron un mensaje de tranquilidad: algunas mutaciones encontradas parecían «reducir el reconocimiento inmunológico del virus por parte de nuestro sistema inmunitario, pero «no hasta el punto de que puedan, por sí solas, hacer que las vacunas actuales sean ineficaces», decíamos el 15 de diciembre. No obstante, necesitábamos estudios para asegurarlo a ciencia cierta.
Los primeros análisis lo confirman y, por lo que sabemos hasta ahora, las mutaciones que estamos comprobando no afectan a la actividad de los anticuerpos producidos por la vacuna de Pfizer. Durante estas semanas, tendremos mucha más información sobre cómo son realmente las variantes inglesa y sudafricana. Pero, sobre todo, conoceremos mejor la biología subyacente de las mutaciones porque, más allá de determinar analíticamente las características de las variantes actuales, necesitamos entender mejor su funcionamiento para adelantarnos a futuras cepas.
Cuándo la vacuna pierde efectividad
Y es que, aunque estas variedades no afecten a la vacuna, eso no quiere decir que siempre vaya a ser así. Con tantas copias del virus moviéndose por el mundo, las mutaciones seguirán acumulándose en los próximos meses y, aunque como señalaba Zania Stamataki, inmunóloga de la Universidad de Birmingham, la tasa de mutación del virus dificulta la rápida aparición de nuevas cepas (con diferencias sustanciales en su comportamiento), es cuestión de tiempo que esto ocurra.
Es decir, la posibilidad de que las vacunas dejen de ser efectivas ante un virus como este está encima de la mesa. Por eso, ya en diciembre, el socio tecnológico de Pfizer, BioNTech, anunció que desarrollar una nueva vacuna les llevaría «técnicamente» seis semanas. Algo que está en plena sintonía con lo que sabemos sobre la velocidad de las tecnologías de ARN mensajero. No obstante, como también señalaba BioNTech, las pruebas obligatorias a las que habría que someter el medicamento podría retrasar el proceso.
El problema estará en definir qué procesos y pruebas obligatorias solicitarán las agencias sanitarias. Por un lado, se tratará de una vacuna nueva. Por el otro, el grueso de pruebas de seguridad ya se habrán llevado a cabo y volver a recorre el mismo camino puede no tener sentido. Afortunadamente, aunque la tecnología de ARNm es muy nueva, no es la primera vez que nos enfrentamos a este problema y existen cauces regulatorios ya definidos que, a la espera de que las autoridades articulen nuevos, pueden ponerse en marcha y agilizar la solución a este problema.
Lo que la gripe puede enseñarnos del coronavirus
Si hay un virus realmente imprevisible ese es el de la gripe. Eso nos ha obligado a tener procesos de desarrollo, fabricación y autorización de vacunas muy rápidos; de pocos meses si queremos estar preparados ante una cepa «potencialmente pandémica». Para que nos hagamos una idea, desde que se identifica la presencia de un nuevo subtipo viral hasta que se consigue una forma híbrida estable de él con el que fabricar las vacunas se tardan unas tres semanas. En ese tiempo se debe encontrar la variante genética más interesante, comprobar su seguridad y certificar que puede crecer en huevos embrionados. Luego queda producir las vacunas, distribuírlas y, por supuesto, aprobarla.
Por eso, en Europa, como nos explican Otero y Moraga del Hospital Universitari Vall d’Hebron, existen dos forma básicas de aprobar una vacuna de este tipo. La primera es el procedimiento de emergencia que es, esencialmente, el que hemos visto hasta ahora con las vacunas del coronavirus. Requiere «la presentación de un dossier nuevo y completo con todas las características de la vacuna». Y se solicita mucha información sobre la «inmunogenicidad y seguridad de la nueva vacuna». No obstante, resulta habitual que si los fabricantes demuestran que la vacuna ha sido elaborada correctamente, en el momento de su autorización sólo necesitan datos preliminares de ensayos clínicos. Es decir, el proceso se aceleraría unos meses (a costa de realizar «una estrecha vigilancia en la fase poscomercialización para corroborar la eficacia y la seguridad vacunales»).
El otro procedimiento, más rápido, es el de las «vacunas molde» (mock-up vaccines) que se empezó a usar en 2004. En este caso, se desarrollan vacunas con «cepas prototipo» de tal forma que, cuando aparece un subtipo pandémico nuevo, se puede acelerar el proceso una producción rápida de vacunas frente a la cepa adecuada. Si la vacuna está producida de forma exactamente igual, se espera que la respuesta en la población sea la misma y tenemos datos que nos permitan predecir su perfil de seguridad, se puede usar esta vía.
De hecho, aunque la regulación exige que «el mecanismo de aprobación basado en vacunas molde requiere tener aprobado el documento núcleo (core pandemic dossier) de la vacuna prototipo»; como nos recuerdan Otero y Moraga, existen vías para proceder sin ese documento en caso de pandemia. En el caso del gripe H1N1, siguiendo el procedimiento de vacunas molde, el subtipo se identificó el 21 de abril de 2009 y la EMA dio el visto bueno a la primera vacuna el 24 de septiembre.
Es decir, existen cauces intermedios para agilizar el proceso de autorización que permiten reducir los tiempos de espera y garantizar la seguridad y eficacia de las vacunas. A día de hoy no podemos saber qué vías usaran los laboratorios para conseguir la autorización de las autoridades; no obstante, a la vista de cómo se ha acelerado todo, es razonable pensar que los tiempos serían aún menores que en los de la H1N1. De cualquier manera, no empezaríamos de cero.