Desperdicio de alimentos genera hambre mundial
Hay una incongruencia entre los alimentos que se producen en el mundo y la población que al final los recibe.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), la producción de alimentos es suficiente para abastecer a todo el planeta.
Sin embargo, 815 millones de personas aún sufren de hambre y esto debido al desperdicio y mal manejo que existe en toda la cadena productiva de alimentos.
La FAO señala que al menos un tercio de todos los alimentos se estropea o se desperdicia antes de ser consumido por las personas.
“La disminución puede ser accidental o intencional, pero en última instancia conduce a una menor disponibilidad de alimentos para todos”.
Recalca que el desperdicio de comida significa desecho de la mano de obra, el dinero y recursos valiosos (como semillas, agua) que se emplean en la producción.
“En resumen, el desperdicio de alimentos aumenta las emisiones de gases de efecto invernadero y contribuye al cambio climático”.
Por ello, desde todos los sectores se hace un llamado a la conciencia de empresas y personas para que disminuya la subutilización de los productos.
Los patios de comida son quizás los principales lugares de desperdicio de víveres. A diario es común observar cómo las personas dejan en los recipientes verduras, carbohidratos y hasta proteínas; muy pocas deciden llevarse las sobras a sus domicilios.
En promedio, los grandes centros comerciales como el Quicentro Shopping en Quito o el San Marino en Guayaquil generan 10 toneladas de basura al mes y la mayoría es desechos orgánicos que salen de los patios de comida.
En abril de 2016, el consejo empresarial para el desarrollo sostenible del Ecuador(Cemdes) presentó los resultados de un estudio sobre el desperdicio de alimentos en las 2 principales ciudades del país: Quito y Guayaquil.
El resultado fue que el 87% de los alimentos desperdiciados van a la basura y entre los principales productos que así terminan están: las hortalizas, panes, frutas, embutidos, arroz y lácteos.
Entre ambas ciudades se desperdicia anualmente un total de 103 toneladas.
Al respecto el chef Vladimir Cabrera indica que una buena forma de responsabilidad familiar es comprar solo lo necesario, sobre todo en productos perecibles como frutas y verduras.
“Es mejor llevar una lista de los alimentos que se requieren comprar y las cantidades adecuadas de los mismos para evitar caer en promociones que incitan a comprar más de lo necesario y que muchas veces termina en desperdicio de los mismos”.
Cabrera añade que en casos de productos como el pan que se endurece se le puede dar una nueva vida moliéndole para obtener la apanadura que luego se la usa en otras preparaciones.
Además recalca que los sobrantes de una comida se los puede utilizar en la siguiente ingesta, e incluso al día siguiente, siempre que estén en refrigeración.
Dice también que alimentos con textura muy suave, con ligeros golpes, o manchas pueden utilizarse para preparar mermeladas y si es un aguacate para el guacamole.
“Con el paso del tiempo, los productos ya no lucen tan frescos y menos coloridos como se los compró, pero siguen teniendo las mismas vitaminas y si son frutas pueden utilizarse en batidos”.
La nutricionista Alegría Dávalos aconseja siempre observar las etiquetas de los productos antes de comprarlos para saber el tiempo máximo que los mismos pueden pasar dentro del refrigerador.
Aclara que se debe tener orden para clasificar los productos según las fechas de vencimiento y así evitar que los mismos se desperdicien.
Olga Albán es oficinista y madre de familia. Su hogar está compuesto por 4 personas por lo que cada semana realiza compras de carnes y productos frescos; el resto de adquisiciones las realiza de forma mensual.
Ella acostumbra a comprar productos por libras y luego dejarlos en la refrigeradora, pero está pendiente de la durabilidad de los mismos.
“A veces uno se olvida lo que tiene en casa, sobre todo cuando llevas comida preparada, o te serviste algo afuera. Por eso pongo en la congeladora granos crudos como arvejas o frejoles tiernos que ahí se pueden mantener mejor y por mayor tiempo”.
La médica familiar Betty Jácome aconseja comprar alimentos en pocas cantidades y variados para que haya una diversidad de sabores y que en caso de sobrantes se los emplee en nuevos guisos.
Para el catedrático Santiago García, coautor del libro “Los Objetivos del buen vivir a escala Global”, la lucha contra el hambre no solo es cuestión de alimentos saludables, sino de una producción ecológica y cultural que al mismo tiempo fortalezca las capacidades de cada sociedad para mantenerse a sí misma.
“En la satisfacción de necesidades de alimentación de la población deben priorizarse las producciones de temporadas y de cercanía que respeten los ciclos de la naturaleza y reduzcan al mínimo los usos de agroquímicos en su producción”. (I)