A los 18 meses de nacer se conoció el diagnóstico de la salud de Jeison Aristizábal: “Tiene parálisis cerebral”, dijo el médico a la mamá del caleño, esa noticia vino acompañada de otro comentario del galeno que le rompió el alma a su madre: “No servirá para nada”.
Pero -en contra de esos pronósticos- Jeison se levantó y caminó: se graduó como periodista y en la actualidad cursa el décimo semestre de la carrera de Derecho en la Universidad Santiago de Cali (Colombia).
Esas experiencias de superación las narró en Quito y Guayaquil, donde en días pasados dictó charlas de motivación a jóvenes y a mayores, los cuales acudieron a escucharlo.
A sus 35 años dirige la Fundación Asodisvalle, entidad a la que asisten 530 niños, de escasos recursos económicos, con algún tipo de discapacidad.
Ellos reciben rehabilitación física y formación para que superen las barreras que encontraron luego de las múltiples cirugías de cadera y el bullying en los planteles.
¿Qué lo hizo ayudar a otros?
Todo empezó cuando tenía 17 años y conocí a un niño, que era mi vecino, que no podía caminar. Él estaba atado a su cama, porque su familia era tan pobre que no podía comprarle una silla de ruedas.
Entonces pedí a una amiga que trabajaba en un periódico que por favor publicara un anuncio con el fin de que donaran una silla de ruedas para Eliécer. ¡Ese mismo día conseguimos la silla! Luego hubo más llamadas de conocidos que me pedían apoyo y por eso improvisé, en el garaje de mi casa, una sala de terapia. Por la demanda se extendió a otros espacios de la vivienda.
¿Cuál es su mensaje para las personas con discapacidad?
En mis conferencias sugiero que disfrutemos de las cosas pequeñas, como estar agradecidos por la vida, y a Dios por darnos un día más de existencia. Así podremos trabajar y alcanzar los sueños.
Para, independientemente de la condición física, hay tres secretos para alcanzar la felicidad: vivir agradecido con la vida, ayudar con lo que tenemos y no perder la capacidad de soñar.
Estas son las clave para que seamos mejores personas.
Ese es el lema que intento transmitir en las charlas que dicto tanto en mi país como en el resto de naciones que visito.
¿A las familias de las personas que forman parte del colectivo qué recomienda?
Trabajo mucho para que las familias cambien el concepto de que “un niño con discapacidad es un castigo de Dios”. Esa creencia no es cierta. Quiero que comprendan que las barreras muchas veces las ponemos nosotros. La frase: “No puedo” debe estar fuera de nuestra mente. Por ese motivo les digo que tengan su anhelo, construyan algo y persistan. Eso es lo más difícil, pero no es imposible.
¿Usted se considera un ejemplo para otras personas?
Pienso que todas las circunstancias difíciles que viví me llevaron a ser independiente y a entender que todo lo que me propusiera iba a ser capaz de hacerlo. Y lo que comenzó como un sueño, hoy es mi misión: trabajar por los derechos de niños con distintos tipos de discapacidad: Down, autismo o parálisis cerebral.
¿Cuál es su mayor anhelo?
Soñar es lo que me motiva a seguir adelante y por eso me esfuerzo todos los días. Mi mayor anhelo es que mi fundación crezca y así seguir atendiendo a menores con discapacidad. Deseo que mi sueño sea el anhelo de todos, porque cada donación que llega a Asodisvalle permite que un niño reciba medicinas, comida, educación y terapias. (I)