Las obras de Paco Viniachi evocan la ancestralidad

La influencia ancestral está impregnada en sus pinturas. En su mayoría son óleos y acuarelas donde Paco Viniachi Gutiérrez (Otavalo, Imbabura, 1947) visibiliza una fuerte conexión con la herencia cultural de nuestros antepasados.

En el museo-taller que montó hace 20 años en Quito, donde reside hace 43 años, los indígenas amazónicos de un cuadro a colores pintado con petróleo parecen expresar la vehemencia de su mirada. Su vestimenta y todo su entorno tienen símbolos que son parte de la identidad ecuatoriana.

Aquel espacio ubicado en la Gonzalo Escudero y Rodrigo Jácome está lleno de pinturas y esculturas que redimen la ancestralidad y las tradiciones ecuatorianas que son su fuente de inspiración.

También tiene grandes esculturas elaboradas con artículos reciclados, como el colibrí de discos compactos y los cantantes de chatarra de vehículos.

Este lienzo (óleo) con rostros y quipus posee un sistema de numeración a base de cuerdas que era el mismo que utilizaban los incas.

“Es el rescate de los íconos y símbolos ancestrales, de lo que somos y nuestras costumbres. Es necesario hacerlo para dar a conocer a la niñez y a la juventud que han olvidado esa herencia”.

El artista indica que es algo común entre los indígenas otavaleños, que pierden parte de su identidad al mezclar su vestimenta tradicional con otras prendas. “Es una lástima porque los turistas quieren mirar en ellos nuestra cultura. Solo los mayores de 40 años usan su atuendo completo”.

Entre sus obras pictóricas están algunas de las 50 que fueron parte de una exposición denominada Símbolos Ancestrales, que realizó con el auspicio del Ministerio de Cultura. Otras están en Canadá, Francia e India.

“Con Viniachi se abre un nuevo capítulo en la historia del arte ecuatoriano, ya que lleva toda una carga de investigación ancestral, con imágenes, símbolos, estudios precolombinos. Es una obra cargada de colores, símbolos, diseños ancestrales, imágenes exóticas, herencia de nuestros pueblos indígenas”, señaló María Eugenia Yépez, curadora de arte en la presentación de la obra.

Según ella, “logramos ver su espíritu, sus raíces. Ese entendimiento representa sus obras pictóricas”.

Byron Rodríguez, comunicador, dijo que la muestra hace reflexionar a través de las máscaras, figuras humanas, entre otros elementos que recuerdan a Goya (1746-1828).

Para el artista, la iconografía ancestral y las tradiciones tienen grandes recuerdos en esta muestra. Por ejemplo, evoca los quipus, que eran el sistema de numeración que utilizaban los incas. También el color verde que predomina en los paisajes de la serranía -especialmente en su natal Imbabura- y los tejidos multicolores de la Plaza de los Ponchos junto con los telares antiguos.

Son panoramas que observa cada 15 días, cuando va a su entrañable Otavalo, y que lo inyectan de inspiración para seguir pintando. Esa es la génesis de su vena artística.

Sin soltar completamente la huella hereditaria, Viniachi alista una nueva exposición con 45 cuadros que espera poder enmarcar con cabuya para darles el toque tradicional. Para ello le falta un impulso económico.

Son obras surrealistas de gran formato que reflejan la visión de sueños inconclusos. “Es casi un juego onírico, casi fantasmagórico que tiene una persona cuando atraviesa a otro ciclo”. Pero mantiene viva la ancestralidad con dos cuadros donde pinta símbolos de las vasijas de barro, incisos, y todo el trabajo manual de los indígenas.

Son lazos imposibles de romper porque la inspiración con lo hereditario le ofrece una gran riqueza de información para recrear el conocimiento que había en cuanto a tiempo, astronomía y costumbres. (I)