El Huanacauri, el cerro con gran valor en la mitología inca

Cuando los incas llegaron a territorio ecuatoriano procedentes de Cusco, observaron que los paisajes tenían gran similitud con la geografía sagrada de su tierra natal. Así, al fundar la ciudad de Tomebamba, calcaron la capital imperial: sus aposentos, los oráculos, los ceques y las huacas o cerros.

El arqueólogo Wladimir Galarza relata que Cusco tuvo su dios tutelar o Huanacauri, “y los incas vieron dos Huanacauris en Tomebamba, uno situado detrás de Turi, hoy conocido como Boquerón, y otro en las cercanías de Paccha, conocido como Guagualzhumi”.

Galarza efectuó investigaciones, junto con el antropólogo Hugo Burgos, sobre los cerros que rodean a la antigua Tomebamba (actual ciudad de Cuenca).

Los resultados están recogidos en el libro “Santuarios de Tomebamba: Modelo de Geografía Sagrada en tiempo de los incas”. Esta publicación menciona que el nombre moderno de Boquerón se debe a que a principios del siglo se hicieron en la cima del mismo una serie de agujeros a modo de bocas o boquerones, aunque no se conoce la finalidad de estos orificios.

El otro Huanacauri, conocido como Guagualzhumi, está localizado hacia el noreste de Tomebamba. Su nombre significa puma o tigre, aunque Burgos y Galarza señalan que también puede provenir del kichwa wawa=niño y shimi=boca, pues su apariencia se asemeja a una gigantesca boca.

La mitología inca

El cerro Huanacauri viene de la mitología inca, pues Manco Cápac y Mama Ocllo, que eran hermanos y esposos, recibieron del taita Inti un bastón de oro con la misión de fundar una tribu.

Entonces salieron del Lago Titicaca y después de un largo recorrido, el bastón se hundió en el cerro Huanacauri en el Cusco y se establecieron allí.

Sin embargo, existe también la leyenda de los hermanos Ayar Cachi, Ayar Uchu, Ayar Auca y Ayar Manco, quienes fundan el Cusco, y de ellos el único que sobrevive es Ayar Manco, que se casa con Mama Ocllo, y los otros tres hermanos se convierten en piedras y así fueron deificados.

“La piedra en el mundo andino tiene connotación de vida, es decir que es reverenciada como una huaca por los siglos de los siglos”, señala Galarza. Las crónicas españolas y la mitología andina indican que el Huanacauri constituye la huaca y el oráculo más importante de la era incaica.

Según José Luis Espinoza, investigador de santuarios andinos prehispánicos, la palabra Huanacauri en kichwa significa arco iris y proviene del nombre de un cerro mítico ubicado en el Cusco, Perú.

En su obra “Santuarios del Tomebamba”, Burgos concluye que las generaciones actuales y futuras “tendrán que dedicar tiempo no corto, para ir dilucidando los puntos sagrados prehispánicos que no fueron comprendidos por los evangelizadores coloniales y que fueran recubiertos por una cruz”.

Leyendas sobre sacrificios

El arqueólogo Wladimir Galarza y el antropólogo Hugo Burgos, en 1997 efectuaron recorridos por la geografía sagrada de Cuenca. “Visitamos el cerro Boquerón, Guagualzhumi, Icto Cruz, Curitaqui, Pachamama, entre otros.

Fue un trabajo arduo para el libro ‘Santuarios del Tomebamba’”, indicó Galarza.

Según el investigador los Huanacauris eran cerros conocidos como apus o dioses tutelares, a los cuales los ancestros rendían culto ofreciéndoles sacrificios humanos.

“Es una evidencia real el hecho de que los incas practicaban sacrificios humanos. Aunque los autores no lo han abordado a fondo, se supone que hubo una serie de sacrificios y, por lo general, en estos apus”.

De su parte, el arqueólogo, Jaime Idrovo, quien ha efectuado prospecciones y excavaciones, indica que en Guagualzhumi, en la parte alta, se ubica un sitio ceremonial y al pie está el monte Curitaqui, (sitio donde danza el oro, en kichwa).

“Es quizá el yacimiento arqueológico más importante de la zona (Paccha)”, enfatizó Idrovo. (I)